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viernes, marzo 29, 2024

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Debate caliente: las 10 razones del economista de Patricia Bullrich contra la dolarización que impulsa Javier Milei

Luciano Laspina volcó en un libro reciente sus objeciones a una de las principales consignas de campaña de Javier Milei.

Dolarización sí o dolarización no. Es uno de los debates centrales que enfrenta a los equipos económicos de las dos fuerzas más votadas en las PASO.

Emilio Ocampo y Diana Mondino son los encargados de sostener en público, tanto en los medios como en círculos empresarios y académicos, la defensa de la dolarización formal y legal que impulsa Javier Milei, líder de La Libertad Avanza.

Básicamente argumentan que la dolarización ya ha sido adoptada de hecho por los argentinos, que ahorran en esa moneda,  y que adoptando como moneda de curso legal el dólar estadounidense se le terminaría a los gobiernos la posibilidad de hacer populismo mediante la emisión monetaria. Además de ponerle un freno más o menos inmediato a la inflación. En definitiva, con la dolarización, aseguran, debería eliminarse el financiamiento del gasto con emisión. Y perdería sentido tener abierto al Banco Central, al menos como se lo conoce hasta ahora.

Quién se opone a esas ideas es, entre otros, el economista referente de Patricia Bullrich, Luciano Laspina. Sus críticas a la dolarización fueron volcadas en el libro de su autoría, “Desenredar la Argentina”.

Aquí, un resumen de sus 10 objeciones a la dolarización:

1. Recrear una moneda estable y respetable es un desafío técnico y político de primera magnitud. Tan grande es el reto que ya son muchos los que proponen abandonar la empresa e importar una moneda extranjera. ¿Estamos condenados a renunciar a la moneda nacional para eliminar la inflación? ¿Cómo se construye una moneda estable y cómo lo hicieron los países vecinos?

2. La política monetaria ha estado Ía mayor parte de nuestra historia dominada por la política fiscal. Es decir, el Banco Central ha estado sometido la mayor parte del tiempo a las exigencias del Tesoro Nacional. Aplicando un razonamiento lineal, estaríamos tentados a decir que el problema es la propia existencia del Banco Central. Sin embargo, la Argentina tuvo episodios de inflación y crisis externas y bancarias antes y después de la creación del Banco Central de la República Argentina en 1935. Más aún, entre 1935 y 1945, la Argentina logró tasas de inflación que por aquellos años estuvieron por debajo de las tasas de Australia, Canadá y los Estados Unidos. Las crisis externas y fiscales se llevaron puestos los sistemas monetarios aplicados antes de la creación del Banco Central, cuando Argentina utilizaba mayormente un sistema de caja de conversión con patrón metálico.

3. El Premio Nobel de Economía Thomas Sargent lo expresó con claridad parafraseando a Milton Friedman: «La inflación persistente es siempre y en todo lugar un fenómeno fiscal». No hay tal cosa como una inflación crónica que no esté asociada al financiamiento monetario del déficit fiscal.

4. Una tesis cada día más influyente en la Argentina sostiene que la única forma de evitar este flagelo consiste en eliminar el Banco Central, porque la propia existencia de un ente con capacidad de imprimir billetes genera incentivos perversos a la política fiscal. Algunos sostienen que el Banco Central es la principal causa de indisciplina de los gobiernos. Sin Banco Central no hay capacidad de impresión de moneda, y sin eso no hay inflación, al menos en nuestra moneda porque podría haberla en la que adoptemos.

5. La historia argentina parece darles la razón. Pero la historia de la enorme mayoría de los países que lograron derrotar la inflación sin eliminar sus monedas demuestra que es posible diseñar instituciones para independizar a los bancos centrales del dominio del fisco. En otras palabras, el mundo nos demuestra que tener un Banco Central no es la única causa del descontrol fiscal y que no tenerlo puede ser un gran dolor de cabeza por otras razones. Su no existencia no garantiza que no ocurran crisis fiscales, ni que se puedan evitar la imposición de controles de cambio.

6. El argumento para eliminar el Banco Central necesita recostarse sobre la «excepcionalidad argentina». Este es un concepto siempre atractivo para los intelectuales que teorizan sobre las causas de muchos de nuestros males. Para algunos autores, la estabilidad macroeconómica es un objetivo imposible de alcanzar por la excepcionalidad argentina que impide resolver la tensión subyacente entre el «equilibrio macroeconómico» y el «equilibrio social», como consecuencia de un conflicto distributivo excepcionalmente complejo.

7. Para otros autores, la estabilidad macroeconómica es un objetivo imposible de alcanzar por culpa de otra excepcionalidad argentina, que băsicamente nos impide tener una política fiscal ordenada producto de la existencia misma de un Banco Central.

8. A ciencia cierta, nadie puede negar ni afirmar lo contrario. Pero si la idea fuerza para eliminar el Banco Central es simplemente eliminar la excepcionalidad argentina, debemos suponer que la solución tampoco evitaría las inconductas fiscales por el simple hecho de eliminar el Banco Central y abrazar una moneda extranjera. En todo caso cambiaría las formas que tomarían las crisis fiscales externas y bancarias, pero no podrían eliminarse por completo. Si prescindimos del argumento de la excepcionalidad argentina, es claro que el diseño que se haga de las reglas de juego condiciona los resultados.

9. El principal problema de credibilidad que tiene y tendrá la Argentina es la falta de respeto por las leyes, los contratos y las instituciones. Cualquier decisión, por irreversible que parezca, estará siempre sometida al riesgo de reversión según las circunstancias políticas, incluso una dolarización total de la economía. Esto es particularmente cierto a partir del nefasto precedente que sentó la pesificación de contratos de 2002.

10. La irreversibilIdad de las leyes en particular de las reglas fiscales y monetarias, requiere de su éxito inmediato y mediato y, por tanto, de su capacidad para adaptarse de manera razonable a escenarios cambiantes. Precisamente esto último es lo que no proveen las soluciones de esquina o las que podría clasificarse como “soluciones extremas” o regímenes monetario-cambiarios «super rígidos». La inflexibilidad cambiaria le pasó una factura gigante a la Convertibilidad, un plan que había sido sumamente exitoso para erradicar la inflación.

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