La nota comienza a tomar forma un rato antes de la entrevista. Y aún antes de estar cerca de su casa, a través de un pedido que le hace llegar al equipo de Clarín mientras va por la Panamericana rumbo a Acassuso. Manda a decir que apenas se traspase el umbral habrá que quitarse los zapatos, sí o sí. Que acaba de comprar una alfombra blanca, ideal para las fotos, y que también preparó café y espera con masitas. Y que luego de la charla se pondrá un vestido de fiesta. Al final se sacará el vestido y se pondrá el pijama. Es una nena grande. Fuerte y vulnerable, Fabiana Cantilo parece salida de la serie de Fito.
Sentada en el sillón turquesa que estrenó hace unos días, mide, tantea antes de entregarse, con un estilo similar al de sus tres gatos. No le fascina dar notas, pero entiende como pocos los arrabales de este trabajo que transita hace más de 40 años.
Y mientras habla de los indios ranqueles o del horóscopo celta, no quita la vista de la taza de café: “Si me manchás la alfombra te mato”. Y sigue, con la capacidad de quien puede estar en lo hondo y en la orilla al mismo tiempo sin distraerse.
A los 64 años, Fabi siente que la serie de Netflix le abrió nuevas puertas. Y le sumó seguidores. Foto: Fernando de la OrdenAsí, un mano a mano con ella, en un frío atardecer de invierno y con el aire acondicionado en 30, se va construyendo más como una cálida charla a agenda abierta que como un cuestionario sin sorpresa. Le gusta linkear temas, matizar, repreguntar, ir a buscar fotos o libros para completar ideas. Le gusta volver al punto de partida. Sabe jugar a que se pierde, sabe jugar a la chica del rock a la que algunos le han tenido miedo.
-Me dijeron que ya no te gusta que te llamen Fabi…
-Eso es una estupidez, no entiendo por qué se inventó esa idiotez. ¿Qué se creen, que me siento Madonna? Pues no. Soy Fabi para siempre. De mí podrán decir muchas cosas, menos que me creo una estrella y que me tienen que decir el nombre completo, por favor, qué pavada.
-¿Y cuáles son esas “muchas cosas” que podrían decir de vos?
-Que soy una histérica, que tengo problemas de ira.
-¿Ah, sí? ¿Problemas de ira?
-Sí, los estoy tratando con diferentes terapias. No soy de salir y romper todo, pero tengo una ira social. Y no es por ahí por donde quiero andar. Necesito volver a cierta serenidad. Tengo una guía espiritual y soy muy simpatizante del budismo. Sé que hay que pulir los lugares a los que uno no quiere ir. Hay gente que quiere ser soldado y matar, yo no.
Después de la entrevista, se sacó el pantalón y la remera y se puso un vestido negro «especial para las fotos». Foto: Fernando de la Orden
Ni una diva total
A un costado de la alfombra inmaculada hay un altarcito sobre el piso, algo así como su faro. Hay más aroma a hogar que a vivienda, con sus cuadros, sus piezas de cerámica, su música, su guitarra. Más de uno dirá que se parece bastante a Micaela Riera, la actriz que hace de ella en El amor después del amor, la biopic de Páez (Netflix) que desempolvó los recuerdos de los ‘80. Y que pincela el apasionado amor entre ellos.
Fabi -y no Fabiana- es pieza fundamental de ese relato que atraviesa 30 años de la vida del rosarino.
-¿Cambió algo en vos a partir de la serie?
-Siento que ligué sin querer. Me agarró a esta edad (64 años) en la que no me la creo y eso está buenísimo.
-¿Y qué ligaste?
-Soy, digamos, una chica de culto a la que a partir de la serie le salió más trabajo. Voy a hacer tres Gran Rex, ¿entendés lo que es eso? Yo no nací ayer, vengo cabalgando hace un montón. Debo darle las gracias también a María Watson (su manager), que sí se interesó en mí y es como nosotras, viejas lobas de mar. Y decí que estoy limpia hace diez años y nueve meses, porque si no ella no hubiese venido a trabajar conmigo… Empezó antes de la serie, en realidad.
Fabi confiesa que ya no se droga y que está «limpia» desde hace 10 años y nueve meses. Foto: Fernando de la Orden«De golpe yo había dejado de tomar el antidepresivo haciéndome la naturista, me re deprimí, adelgacé un montón, cosa que me vino bárbaro, y llegó la serie de Fito y la gira por Europa. Y yo estaba así (se pone en modo muñeco de ventrílocuo abandonado)», grafica con su cuerpo sobre el sillón, que juega a ser diván
-¿Y por qué dejaste de tomarlo?
-Porque pensé que podía y me equivoqué fiero. Es prueba y error y volví. Lo gracioso es desmitificar a la diva. Odio a los divos.
-¿Pero vos serías la diva, en este caso?
-No, la gente puede creer que lo soy y nada más lejos de eso. La fama y el poder, dicho esto por una maestra que tuve, es un arma de doble filo: te viene de una vida pasada por una gran iluminación y parece que son pruebas.
-¿Decís que en una vida anterior, si eso hubiera existido, tuviste fama y poder?
-Los tengo ahora. La fama te da poder. Y con la serie tengo más seguidores en las redes y más propuestas de laburo, una locura.
-¿Qué es lo que redescubre en vos, que en 40 años de carrera no puedan haber visto productores o público?
-A la verdadera Fabi.
-¿La verdadera Fabi es la de la serie?
-Ponele. Era mucho más mala yo. Pero cuando Fito empezó a fantasear con este proyecto yo no tenía ganas, no me divierte eso, no me gusta exponerme tanto. Ahora que soy más grande y que tengo mucha terapia encima lo puedo analizar, puedo entender cómo fueron aquellos tiempos con Charly (García). Antes estaba como inconsciente, iba para acá, para allá, podría estar muerta, pero, nadie sabe cómo, salí adelante. Te confieso algo: admiro mi fuerza interior. No sabía que la tenía.
Cantilo confiesa que «era mucho más mala» que como la muestra la serie. Foto: Fernando de la Orden
Con un té, los pies en medias sobre el sillón y un dolor de oído que la lleva a tener un dedo adentro de la oreja izquierda, cuenta que “me fui de lo de Charly (fue su histórica corista), me fui de los Twist (la banda de Pipo Cipolatti en la que era figura fuerte), vivía escapando de la fama y el poder. Después me quedé con Fito (con quien compartió escenario y amor durante muchos años), después no sé qué. Lo que quiero decirte es que siempre se me aparecían oportunidades y yo las hacía mierda«.
-¿Y ahora?
-Y, ahora no me queda otra que laburar. Pero está buenísimo, porque eso es humildad, no lo hago por la fama. Lo hago para poder pagar el alquiler de esta casa.
-Si no hicieras los Gran Rex ¿no podrías pagar el alquiler?
-Es simple: si no canto no cobro, si no cobro no pago. ¿De qué voy a vivir? ¿De la cerámica? Que de hecho hago cerámica, mirá que divinuras hice (los estantes dan fe de su obra). Yo vivo de mi laburo, posta. No es que tengo ahorros en el banco. Miro para atrás y me pregunto: ‘¿Qué pasó, quién era ésa que estaba ahí?’. Y, mientras me lo estoy contestando, sale Fito y cuenta mis comienzos en el rock y todo el mundo me amó. Yo pensé que me iban a odiar.
-Tu primera reacción, apenas se estrenó, fue como que no te gustaba lo que se mostraba de vos.
-¿Hablás de esa historia que subí diciendo “Yo también tenía una vida”?. Pero no era para que se lo tomaran así. No critiqué nada. Tiré esa frase, puse una carita y de golpe se encendió todo. Pasa que no estaba acostumbrada a que todo lo que dijera lo tomaran en serio. Antes yo hablaba con mis seguidores y jodía con todo y no había malos entendidos. Ahora ya pasó un poco el furor y todo volvió a cierta calma.
La otra Fabi: Micaela Riera en la piel de la cantante para la serie de Fito.-¿Ves la serie y te ves?
-La vi una vez. Acá lo loco es que nadie sabe cómo yo me vi beneficiada porque la chica (Micaela Riera, de trabajo notable en El amor después del amor) es igual. Y tenemos varios puntos en común, tuvimos una infancia parecida, ella hace cerámica y yo soy escultora, es buena onda como yo. Creo que gané.
-Igual la serie no muestra una imagen tuya lavada…
-No, para nada, dice la verdad de todo. Pero lo cierto es que en esa época yo estaba mucho más loca, era un poquito más antipática y abandónica.
-¿Y en qué parte sentís que te dieron especialmente una manito?
-Ponele: yo lo perseguía a Fito, no es que él vino a pedirme cosas. Hay un montón de situaciones en las que me hacen quedar bien y lo agradezco. Lo que pasa es que uno es así porque tuvo una infancia heavylandia. El tema es que Fito, por todo lo que le pasó en la vida, necesita mostrar y yo no. Me acuerdo que le decía “No quiero, no me pongas en la serie”.
Los Fito y Fabi de «El amor después del amor», según Iván Hochman y Micaela Riera-Pero si viene Netflix y te dice de hacer una biopic sobre tu vida…
-Ya me lo propusieron y dije que no. No tengo ganas y me encanta no tener ganas. Estoy en otra. No soy budista, porque no medito todos los días, pero soy simpatizante del budismo y eso es desandar el ego. Vivo haciéndome preguntas.
-¿De qué tipo?
-Tipo, ¿por qué estamos acá? ¿Por qué hubo esclavos negros si son lo más? ¿Vos no te preguntás esas cosas, acaso?
Es un personaje tierno, Fabi, sin filtro, de risa explosiva, de abrazo genuino en medio de la charla. No le teme a sus sombras ni a su pasado. Sobrevuela la oscuridad de su infancia y bucea al contar detalles sobre sus adicciones y sobre las reuniones con los grupos de ayuda.
“La gente que sufre tiene más tendencia a preguntarse por qué y, cuando se pregunta, vienen las respuestas. Si no te pasa nunca nada, no te preguntás nada. Y yo me pregunté 80 mil cosas. Y me encontré con el budismo. ¿Y qué pasa con el budismo? Elimina la culpa. Y te vuelve responsable: vinimos de varias vidas. La explicación es que uno va hacia la luz, ponele, se va superando y si no aprendés a que tenés que superarte en esta vida vas a tener que hacerlo en la otra y en la otra. Todo depende de vos, de uno”, enseña sin delantal ni pretensiones.
Fabi se presentará en el Gran Rex el 30 de septiembre, el 1° y el 3 de octubre. Foto: Fernando de la Orden-Y vos, ¿de cuántas vidas venís?
-Yo soy un alma antigua, pero es un montón eso. Lo que quiero decirte es que es interesante elegir en qué va a creer uno para transitar esta vida. Yo prefiero creer en el budismo, donde se te dice que sos responsable, que en los católicos. Eso de hacerse cargo me gusta. No hay ni bien ni mal. Leo sobre esto desde los 15 y también sé mucho de numerología. Desde chica me interesó todo ese mundo.
La Fabi de los ‘60
-De chica ¿para qué lado pintabas?
-De chica, curiosamente, pintaba, como mi papá. Mirá mis paredes, todos eso cuadros son míos y aquél es de mi viejo.
-Definime ‘A lo Cantilo’ a esa nena.
-Era una nenita talentosa, siniestra, que hablaba un montón desde los 2 años. Era tremenda. Y mi mamá no tenía ganas de tener una nena así, mi abuela sí. Igual mi vieja me mandó a clases de danza, nunca me jodió. Yo tocaba la guitarra a los 6 y me daba libertad. Si bien mi abuela (Esther Pueyrredón) venía de una aristocracia extrañamente rancia y rarísima, ella era lo más, me quería, me valoraba. Igual, mis papás le dieron mucha bola a mi parte artística.
La Fabi chiquita, haciendo un collage en el taller de su papá.-Cuando te preguntaban qué querías ser de grande, ¿qué decías?
-No me preguntaban siquiera. Yo ya era lo que quería. A los 8 años tocaba la guitarra en el colegio y cantaba Balada para un loco, imaginate.
–¿A qué jugabas?
-Tuve un par de muñecas, no muchas. A una la bañé con todo y nunca le pude bajar los pelos. Y jugaba con autitos y estaciones de servicio. Mamá era antipática, pero era una genia en ese sentido, una adelantada, me regalaba cochecitos, cuando en esa época era cosa de varones.
La charla se interrumpe cuando uno de sus gatos intenta salir a la calle. Se detiene el mundo: “Les pasa algo y todo lo demás pasa a chuparme un huevo. Son como mis hijos”. Habla de Alegría, Paz y Ganímedes. A Luna, que ya no está, la tiene dibujada en la pared.
Una vez que Ganímedes quedó adentro, de la infancia pasamos a la adolescencia: “Fue una linda etapa en Monte Grande, con mucha libertad. Mis viejos se separaron cuando yo tenía un año y luego mamá tuvo marido nuevo. Ahí yo estaba alejada de la chetada insoportable”.
-¿Vos eras cheta?
-Es que no sé bien qué es ser cheta. Era linda chica, ponele. Una vez, en la primaria, tiré a la líder del colegio de un empujón y no me hablaron por mucho tiempo. Digamos que no usaba los zapatos de unas chicas bien. Iba al Bayard, pero no tenía la guita que tenían las demás. Igual tenía amigas.
-¿Tus zapatos eran feítos?
-Eran horribles. Mis compañeras tenían unos cancheros y yo llevaba unos de Les Bebes, que era un lugar fino, pero no tenían la onda de los de las demás.
-¿Te reconocés en todas las Fabi que fuiste?
-En todas, absolutamente. Y por algunas siento algo de pena, pero no quiero hablar de cosas durísimas de mi infancia.
Tras un suspiro, un silencio y un abrazo sorpresivo, le da por hablar de los pueblos perseguidos y de los indios ranqueles. Y de su estilo de vida: “Vivo sola, con mis gatos, me enganché con Apple TV. Tengo una vida de vieja loca”.
Y completa el fresco sobre la Fabi después del boom del streaming: “Antes de la serie no podía hacer tres Gran Rex ni en pedo”.
-¿Por qué no?
-Porque no iba la gente. Yo no era una drogadicta perdida, pero se corría la bola de que me drogaba de vez en cuando. Y eso, sumado a mi personalidad, daba miedo. Y nadie quería poner la guita que requiere una cosa así. Pero ojo que nunca cancelé un show. Un día estaba en el gimnasio, me llama María y me dice “hay un tipo que quiere hacer un Luna Park”. Y yo digo: “No, el Luna Park tiene mal sonido”, de mala, nomás, de fóbica. “¿Sabés qué? Decile que quiero un Gran Rex”. Corte (habla como si fuera una película), me fui a Europa. Corte, en medio de la gira entra en plano María y dice: “Vendimos un Gran rex, dame un abrazo”. Corte: entra en plano María otra vez: “Vendimos el segundo”. Y se largó el tercero.
-¿Y ahí dijiste “Gracias, Fito”?
–A Fito le dije gracias y perdón hace muchos años.
-¿Por la serie o por la vida?
-Por la vida.
-¿Y por qué perdón?
-Porque le pasaron muchas cosas y no sé si estuve tan ahí para él como hubiera necesitado. Fito se bancó cosas y siguió adelante, es un santo, le hago reverencia.
«Estoy contenta de que esté contento», dice Fabi de Fito, una de las parejas más queridas de la historia del rock.-¿Te gusta el Fito de ahora?
-Sí, estamos re amigos. Y el otro también. Siempre fue igual, un chico responsable. Yo soy adicta, él no. Y cuantas más tragedias le pasaban, más workaholic (volcado de lleno al trabajo) se volvía.
De medio Coliseo a tres Gran Rex
Sin ser Páez, Cantilo ahora está metida en la previa de sus shows (el 30 de septiembre, el 1° y 3 de octubre) y en los detalles de Lágrimas de fuego, película en la que oficia de alma mater y en la que actúa junto a Cipolatti, Inés Estévez, Gastón Pauls y “otros seres increíbles. Es una genialidad, una especie de humor raro que inventé, como una tragicomedia de misterio, como un Almodóvar porteño. Yo soy la protagonista. Y tiene música mía y de Marisa Mere”.
-Pero si empezaste a pergeñar la película hace unos seis años, hay una Fabi pre serie…
-Sí, la hay, pero no generaba lo que genero ahora. Para lo del Gran Rex hay un dinero puesto ahí. Antes yo hacía todo como podía. Hace dos años, cuando presenté Cuna de piedra (el último de sus 14 discos) en el Coliseo, tuvimos que invitar un montón de gente porque sólo se vendió la mitad. Hacía puestas a los ponchazos. La de ahora será increíble, con muchas sorpresas.
-¿Va a ir Fito?
-Va a haber un tema inédito suyo, que tiene que ver con el color naranja. Pero no se sabe si irá: está de vacaciones con su mujer (Eugenia Kolodziej), a la que amo. De sus mujeres es con la que más onda tuve. Estoy contenta de que esté contento.
Bellas sensaciones, las de Fabi, que provoca el amor después del amor.
WD