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jueves, noviembre 21, 2024

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Australian Open: a 22 años del día que Marat Safin jugó la final borracho y con tres rubias alentando en su palco

Ocurrió hace 22 años. Sin embargo, pocos olvidan la final de la edición 2002 del Australian Open. Se trató de la única coronación en un Grand Slam de Thomas Johansson, que apenas ganó nueve torneos en su carrera profesional. Para muchos, el sueco, que llegó a ser 7° en el ranking de la ATP y tiempo después se erigió en un importante dirigente del pádel a nivel mundial, fue el peor ganador de un major en la era moderna.

Pero ese dato arbitrario quedó en un segundo plano por que del otro lado de la red, en el Rod Laver Arena del Melbourne Park, estuvo Marat Safin, quien acabó convirtiéndose en el gran protagonista de la historia.

¿Por qué? Porque el ruso, que ya había sido por algunas semanas número uno del mundo, tuvo una de las peores actuaciones de su carrera y un peculiar apoyo en el palco reservado para su familia. No estuvieron allí ni su madre, Rauza Islanova, su primera entrenadora, ni su padre, Mijail, ni su hermana, Dinara Safina, también legendaria ex tenista, sino tres mujeres de físico despampanante, con apariencia de modelos, a quienes la prensa bautizó «Safinettes».

El trío de jóvenes no solo fue su hinchada selecta, sino que también se convirtió en el eje de del agradecimiento mientras el perdedor recibía el premio consuelo. «Gracias a mi familia que está en el estadio. Lamento haber perdido», soltó. Su familia eran esas tres rubias.

En aquel Abierto de Australia, Safin se había erigido como el gran favorito. A pesar de que había caído en el ranking, el ruso seguía de como top ten, venía de hacer semis en el US Open anterior y el camino se le había abierto después de que Lleyton Hewitt, Gustavo Kuerten, Andre Agassi, Yevgeny Kafelnikov y Sebastien Grosjean se despidieran antes de la tercera ronda.

Así, el moscovita sacó en fila al francés Anthony Dupuis, al belga Christophe Rochus y a su compatriota Mijail Youznhy en sets corridos en sus primeras tres apariciones. Ya en octavos de final se sacó de encima al legendario Pete Sampras -fue el año de su despedida- y en cuartos despidió casi sin esfuerzo al sudafricano Wayne Ferreira, quien abandonó en el primer set. En semis, finalmente, sacó al alemán Tommy Haas tras una interesante remontada para así tomarse el tren que lo llevaría a la definición contra Johansson, el convidado de piedra.

Pero Safin no llegó de la mejor manera a la final contra Johansson, quien había tenido que sudar la gota gorda para superar a rivales mucho menos renombrados en las dos semanas anteriores. Es que la noche anterior, el gigante de 1,95 metro había celebrado su cumpleaños 22. Y, al parecer, los festejos incluyeron a las rubias de la platea preferencial que llamaron la atención de todos. El 3-6, 6-4, 6-4 y 7-6 (4) habló a las claras de que Safin, a priori favorito indiscutido, no había llegado en su mejor forma. Jugó apenas un set en su nivel.

De hecho, el tenista austriaco Daniel Koellerer, excéntrico como pocos y expulsado de por vida en 2011 del circuito profesional por arreglar partidos, no anduvo con vueltas y acusó a Safin de haber jugado aquella final, como mínimo, con una resaca terrible. «La primera vez que comencé a beber alcohol tenía como 24 años y lo hice porque vi a Marat Safin bebiendo antes de jugar la final del Abierto de Australia. Pensé que si yo estaba entre 150 y 180 y no subía en mi ranking, él que va a jugar una final en Australia y apenas puede andar sobre sus dos pies, no podía ser tan malo. Él perdió aquella final. No podía ganar porque estaba muy borracho. Era increíble. Lo celebró la noche anterior como si fuera su cumpleaños. Safin tenía tanto talento que podía hacer eso. Yo también jugué una vez borracho, en Bundesliga, pero nadie lo sabía».

La cuestión es que más allá de lo que tomó o dejó de tomar Safin, la mirada quedó apuntando contra ese particular box familiar. “Fueron dos semanas muy agotadoras y cómo no admirar la resistencia de Marat Safin. En su equipo, grupo de apoyo, harén o como quieras llamarlo, hay nada menos que ocho rubias: una para cada ronda del torneo y otra de repuesto”, escribió el cronista que cubrió el partido para el diario inglés The Telegraph.

Safin reacciona en la final contra Johansson. Foto: APSafin reacciona en la final contra Johansson. Foto: APSafin, que no necesitaba quedar bien con nadie, dio su explicación: «Está bien, tengo un banco muy bonito. Voy con mis amigos y me divierto. Para un oponente como Pete Sampras necesito adoptar la mentalidad adecuada y encontrar la motivación. Por eso traje a tantos amigos. Cuando me divierto, disfruto del tenis y para mí la única forma de hacerlo es estar con amigos. Me ayudan y me llenan de confianza».

No coincidió con él Darren Cahill, que hoy es el cerebro que entrena al italiano Jannik Sinner y que acompañó a Safin en aquel torneo. El australiano, que antes había llevado a Lleyton Hewitt a la cima y enseguida huyó para trabajar con Andre Agassi, recordó aquel momento y la reacción que despertó en su mujer, Victoria, cuando decidió no estirar la relación laboral con el ruso.

«Recuerdo a Victoria diciéndome: «¡Dios mío, esto es increíble!». ¡Este chico es tan bueno! Mis amigos compran entradas para todos sus partidos. Deberías aceptar la oferta de Marat». La miré y le pregunté: ‘¿Hablás en serio?’. Hablaba realmente en serio. Acepté convertirme en su asesor en Australia 2002. Fue una experiencia muy interesante. En el palco de Marat estaban sentadas tres bellas damas. Victoria también vio el partido y le dije: ‘Cariño, ¿de verdad querés formar parte de esto? Las tres no parecen proceder de una profesión muy respetable’. Ella respondió: «Cariño, llamame chica número cuatro», confesó Cahill.

Las tres rubias de Safin

Diana Veskosa, Anna Gorski y Katya Bestojeva viendo a Marat Safin en la final del Abierto de Australia 2002. Foto: ArchivoDiana Veskosa, Anna Gorski y Katya Bestojeva viendo a Marat Safin en la final del Abierto de Australia 2002. Foto: ArchivoLas tres acompañantes en la final de aquel Australian Open tuvieron su cuarto de hora de fama. Eran dos chicas de Melbourne y una modelo rusa, Katya Bestojeva, de 21 años, quien meses más tarde, también estuvo a su lado en la final de la Copa Davis, que Rusia le ganó a Francia en París con dos puntos aportados por Safin como singlista -el héroe fue Youznhy ganador del partido definitivo-.

Otra de las chicas se llamaba Diana Veskova, que había sido presentada como familiar del tenista. En realidad, según reconstruyeron los periodistas del corazón, era analista financiera y había llegado a la órbita de Safin de la mano del australiano Mark Philippoussis.

La tercera era Anna Gorski y tenía por entonces 22 años. Estudiaba marketing en la Universidad Monash de Melbourne y que había conocido a Safin en la cancha de prácticas durante la sesión abierta. Ella misma lo contó luego de haberse convertido en el centro de atención. «Nos conocimos aquí y nos llevamos bien y simplemente pasamos el rato. Hemos estado viendo Melbourne un poco, pero no es muy emocionante».

Safin se desmorona en pleno partido contra Johansson. Foto: APSafin se desmorona en pleno partido contra Johansson. Foto: APY el diálogo siguió.

-¿Qué? ¿Safin tuvo a tres rubias a cuestas toda la semana y no la pasaste bien? -le preguntó el periodista con un doble sentido más que obvio.

-Lo pasó bien. Estoy seguro de que lo pasó muy bien -respondió Gorski.

Gorski es la única que trascendió a esos cinco minutos -o meses- de fama. Manejó durante varios años una academia de tenis en Dubai y más tarde volvió a Melbourne. Sus redes sociales están inactivas desde hace cuatro años.

Safin, sin aire, en un descanso. Foto. APSafin, sin aire, en un descanso. Foto. APSafin, que este sábado cumplió 44 años, se retiró en 2009. Tuvo revancha en Melbourne en 2005 cuando le ganó la final al local Lleyton Hewitt en el partido de tenis más visto en la televisión australiana. Un año antes, en ese mismo escenario, vio cómo Roger Federer gritaba por primera vez en la tierra de los canguros. Pero esas son otras historias.

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