En su juventud fue aspirante a jugador, se probó en las inferiores de Pumas para ser parte de ese ritual y consciente de que no iba a quedar, direccionó su pasión por el fútbol hacia las letras. Juan Villoro nació en México, es periodista y escritor, hincha del Necaxa y su tentación por escribir sobre este deporte surgió en los ’90, en vísperas del Mundial de Italia, con la idea de contar todo lo que sucediera más allá de los estadios. “Estaba el tema de Diego en Nápoles. Era el héroe local, una figura que se había convertido en una especie de gran libertador de esa ciudad y de pronto iba a tener que enfrentar a Italia, entonces esa situación de la división emocional, que además ponía en juego la Italia pobre, la Italia del Sur contra la Italia del Norte, todo eso estaba en juego”, dice a Página/12 desde España.
El fútbol se volvió materia prima de Villoro y además de ficción narrativa, escribió con ojo critico sobre este deporte del que se considera “aficionado”. Parte de su biblioteca se compone por Dios es redondo, Balón dividido, Los once de la tribu, Ida y vuelta (un cruce de mails con Martín Caparrós que se dio durante el Mundial Sudáfrica 2010), entre otros. Su último trabajo es No fue penal. Una jugada en dos tiempos, un cuento, disfrazado de novela corta, donde dos amigos de la infancia (Tanque y Valeriano Fuentes) terminan enfrentados en la definición de un partido y desde la historia de estas dos personas, la trama ofrece postales de México, la amistad y los fracasos. Con la excusa de este lanzamiento, el autor mexicano repasa algunos conceptos del juego y su entramado.
– ¿El fútbol dejó de ser “el opio de los pueblos” en el ámbito intelectual?
– Se normalizó la idea de escribir de fútbol y se rompió con el mito de que se trataba por un lado del opio de los pueblos y que desde una perspectiva de izquierda no se podía abordar el asunto, o que se trataba de un fenómeno exclusivamente digno del populacho y por lo tanto era demasiado vulgar para las exigencias del mundo intelectual. En los años ’60 hubo una muy saludable mezcla de lo culto y de lo popular. Umberto Eco publicó su libro Apocalípticos e integrados, en donde hablaba de dos reacciones extremas ante la cultura de masas. Ahí planteaba la necesidad de establecer vasos comunicantes entre formas de la cultura industrial o de la contracultura, de los fenómenos de masas y la llamada alta cultura. Roland Barthes en esos mismos años escribió de eso, Carlos Monsiváis en México, y en Argentina, Beatriz Sarlo. En fin, se rompió ese tabú y a partir de los años ’80 hubo precursores notables, como Manuel Vázquez Montalbán en España, Eduardo Galeano en Uruguay, Osvaldo Soriano y Roberto Fontanarrosa en Argentina, entre muchos otros. Empezó a volverse un hábito y afortunadamente ahora se puede hablar del tema, lo cual me parece saludable porque a fin de cuentas el fútbol es la forma de entretenimiento mejor organizada y repartida en el planeta tierra. Basta con pensar que la FIFA tiene más agremiados que la ONU. La humanidad se ha organizado mejor para organizar mundiales que para buscar soluciones políticas. Si queremos conocer una época hay que saber cómo se divierte la gente en esa época: el Imperio Romano no nos queda claro, si no tenemos también cierta noción del ocio de los romanos y a eso corresponde la búsqueda de entender el fenómeno del futbol desde distintas áreas. Yo soy básicamente un aficionado a la ficción, es decir me interesan los componentes psicológicos que acompañan el juego y las historias que de derivan de él.
– El desborde económico que se ve en el fútbol mundial, ¿pone en riesgo la competencia?
– El gran abuso que se comete en el fútbol es económico, no hay topes en las ligas. En una misma liga, un equipo puede enfrentar a otro en donde las desigualdades económicas son tales que el jugador del equipo fuerte más cotizado vale más que todo el equipo contrario. Al fútbol no se gana solo con dinero, pero esto ha influido excesivamente en los resultados y en un negocio totalmente inflado donde hay una gran concentración, tanto de dinero como de súper estrellas en los equipos, lo cual ha evitado también búsquedas de estilo propio e idiosincrasias que antes tenían los clubes, no se juega de la misma manera en Inglaterra que en Argentina, por ejemplo, pero inevitablemente los argentinos que van a jugar a la Premier League tienen que adaptarse el modelo de juego del equipo en el que están, si lo entrena Pep Guardiola tiene que practicar el toque, pero si lo entrena otro técnico deben jugar a la descolgada y a que le marquen espacios largos, entonces el hecho de que los futbolistas se tengan que subordinar a la danza del dinero también destruye un poco la posibilidad de practicarlo de distintas maneras, yo creo mientras no haya topes en las ligas principales, habrá una distorsión del juego que simple y sencillamente beneficiará a los que más dinero tienen, como ya está sucediendo. No puedes ganar la Champions desde un equipo pobre. Puede ser que alguno sea capaz de esa hazaña, pero suena muy difícil.
– ¿Hay vías de solución?
– Difícilmente, porque tampoco hay una presión social que lo proponga, el fútbol es exitoso como está. Incluso hay ligas como la mexicana, que es la liga más exitosa del continente americano, que no tiene un alto rendimiento y perjudica mucho a la selección nacional con los torneos cortos y con la presencia de jugadores extranjeros. Sin embargo es un magnífico negocio, no se altera, sucede como en las telenovelas: si dan tanto dinero estando mal hechas, para que invertir mucho en escenarios naturales o en otras cosas que simple y sencillamente te van a costar y no te van a dar dinero. El fútbol tiene esto: genera tantas cosas económicas que difícilmente habrá un paso atrás. Tendría que haber una gran presión social de los gobiernos locales en Europa, pero el deporte organizado ha encontrado islotes de impunidad que no existen en las sociedades europeas. Si ves lo que ha sucedido en el Comité Olímpico Internacional, en el Consejo Mundial de Boxeo, en la FIFA o en la UEFA, te das cuenta de que hay liderazgos que pueden durar décadas sin auditorias y donde las reglas de juego son totalmente distintas a la de los países europeos que normalmente se oponen a este tipo de zonas de impunidad, entonces el deporte es una especie de zona franca o de puerto libre en donde las cosas suceden de otro modo y eso lo han tolerado los países porque también se benefician de ese negocio discrecional que es el fútbol. El FBI intervino en 2015 en FIFA gate, naturalmente no lo hizo de manera desinteresada, muchos describimos que desde ese momento quedaba claro que el siguiente Mundial sería para Estados Unidos, como se decidió.
– En varias entrevistas te mostraste disgustado con la organización del próximo Mundial.
-Es un despropósito. Habrá demasiados partidos, traslados inmoderados, todo en función de las ganancias y donde Canadá y México se convirtieron en meras comparsas del verdadero protagonista que es Estados Unidos. Son 104 partidos los que se van a celebrar y de esos, solo 13 ocurrirán en México, entonces es una broma, poco más del 10% del Mundial.
– ¿Por qué aceptó México una condición así?
– Porque esta actitud si se quiere subordinada e incluso humillante, también es un estupendo negocio. El partido inaugural se jugará en el Estadio Azteca y tan solo esa trasmisión va a dar millones de dólares de regalías. Lo más parecido a ser anfitrión del Súper Bowl en el fútbol americano, entonces va a hacer un día cotizadísimo, y México se conforma con eso.
– En tu libro de correspondencias con Caparrós, Ida y vuelta, mencionas la figura del árbitro y escribís: “¡Que tedioso sería que el arbitro no se equivocara!…Esta condición imponderable engrandece al juego y desespera a los locutores que preferirían que el fútbol fuera vigilado por eficientes robots televisivos”. Te adelantaste a la llegada del VAR…
– El fútbol era muy divertido con las equivocaciones del árbitro, de la que todos nos hacíamos cargo de que podían ocurrir. Ahora el error se puede diferir, a veces acierta, pero también ha bajado el rendimiento arbitral en algunos casos, porque ciertas jugadas en el área, el árbitro sabe que puede intervenir el VAR, entonces tampoco se siente demasiado seguro para marcar la jugada, porque dicen me hablarán por el VAR y me dirán que sucedió algo. Por otra parte, también introdujo la inteligencia artificial en las jugadas de fuera de lugar. Es una estupidez porque el ojo humano puede distinguir cuando alguien saca ventaja o no. Antes el abanderado veía que un jugador estaba adelantado, pero veía como lo podemos ver tú y yo, es decir alguien tiene parte del cuerpo claramente por adelante del otro, en cambio ahora alguien tiene la falange de un dedo por delante del otro y eso técnicamente califica como si hubieras sacado una ventaja. Todo el mundo sabe que eso es inexistente, entonces también hemos delegado en la inteligencia artificial algo que carece de todo criterio.
– ¿Se puede hablar creatividad en un fútbol tan medido y estudiado?
– Todo está computarizado, todo está calculado, hay cualquier cantidad de personas que intervienen para tomar decisiones en los clubes, pero de pronto viene un jugador como Vinicius en el Real Madrid, un jugador que no acaba de conquistar todavía, a pesar de sus gestos populistas, a la grada del Santiago Bernabéu, porque es un jugador que se dedica al dribbling de manera loca, que pierde la pelota y eso les cuesta un gol. Cuando no le sale el dribbling, hace unas jugadas totalmente inesperadas, existe algo extraordinario en su propia creatividad. Ha sido el caso de Messi durante tantas jugadas de fantasía que ha hecho. Creo que ahí radica la grandeza del futbol, en la capacidad de reinventar lo inesperado, sigue habiendo jugadores que hacen locuras, quizás no sean tan grandes como las que hacía Higuita como portero, pero los locos están sueltos, no habrá manera de expulsarlos del fútbol. Es posible que hoy en día esos jugadores tengan menos oportunidades en los clubes grandes, pero están ahí. Creo que el futbol tiene esos anticuerpos contra la disciplina y contra el cientificismo, estoy convencido.