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martes, septiembre 17, 2024

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Lo que se hace con amor perdura, sana, salva

En Quiero decir te amo, se destacan individualidades y una grupalidad. Por un lado, el estilo ya inconfundible y consagrado de la escritura dramatúrgica de Mariano Tenconi Blanco (autor de La vida extraordinaria y Las cautivas, entre otros éxitos). Por otro lado, las interpretaciones de las dos actrices de esta obra: Lucía Adúriz (impactante e histriónica participación en Pampa escarlata, los viernes a las 20 en Teatro El Extranjero) y de Violeta Urtizberea (presencia constante en televisión, cine y teatro desde muy pequeña, como miembro de una familia de artistas). Finalmente, la compañía Teatro Futuro, donde, desde 2013, siempre están el músico Ian Schifres y la productora Carolina Castro, junto a Tenconi Blanco, para proyectos de larga búsqueda y expansión nacional e internacional, como la reciente La mujer fantasma (que se vio en el Teatro San Martín, luego del estreno en Barcelona). Ahora, Teatro Futuro presenta Quiero decir te amo los sábados a las 19 y los domingos a las 21 en el Teatro Picadero (Pasaje E. Santos Discépolo 1857), y sus actrices así la analizan.

—¿Cómo es su personaje en esta pieza?

LUCÍA ADÚRIZ: Mi personaje es una mujer que estudió Letras, pero se dedica a ser ama de casa; está un poco harta de su matrimonio. Por un impulso, compra un diario íntimo y allí vuelca a todas sus desventuras, sus fantasías y sus reflexiones. Busca volver a ser alguien que supo ser y está deseosa de recuperarse.

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VIOLETA URTIZBEREA: Mi personaje es una chica, quizás de treinta y piquito. Su mamá se murió en el parto; vive con su papá, los dos solos. Se da a entender que nunca estuvo en pareja ni con nadie. Vive de ilusión y de imaginación, y no tanto de la concreción. Ella, en realidad, no ve al personaje de Lucía, no le escribe al personaje de Lucía, sino a un hombre que ella ve en un accidente de autos, en quien ve alguien como un príncipe azul, un héroe. Cuando él responde una de las cartas, a la altura de lo que ella imaginaba, una respuesta recontramelosa, ella se vuelve loca y eso le permite seguir armándose toda la historia

—¿Cómo son los puntos de encuentro entre los dos personajes?

L.A: Mi personaje va descubriendo a medida que lee las cartas de la otra mujer, a una persona con las características que ella desearía tener o recuperar en sí misma, pero no tiene: espontánea, ingenua, en contacto con el mundo, con fiebre por vivir. Termina por enamorarse de esas características y de esa persona construida del otro lado de la correspondencia. Si bien sabe todo el tiempo que es una mujer la que está del otro lado, muchas veces alude al enamorarse de una persona que no conoce, que ocupa todos sus pensamientos, ansias y la vuelve a hacer sentir viva.

—Mariano Tenconi Blanco trabaja mucho con monólogos extensos y muy exigentes. ¿Cómo lo llevan adelante?

L.A: Como monólogo, ha sido, sí, sin dudas, el trabajo más exigente que hice en todo mi camino como actriz. El trabajo sobre monólogos requiere mucha paciencia, tiene algo de nadar en aguas abiertas, donde no hay claramente horizonte. Hay que ir apostando al puro ritmo, a comprender la voz cuando está muy bien construida dramatúrgicamente. Ahí están los secretos para la muscularidad, esqueleto, formas de gesticular, tonos del personaje. Sigo el teatro de Mariano hace muchos años. Me siento muy feliz de que haya pensado en mí como una actriz posible para sumar a sus ya muy frondosos y bellos universos.

V.U: Mariano tiene una gran facilidad para crear voces. Leyéndolo es posible ver cómo es el personaje, cómo piensa, cómo son sus rulos mentales. Lu escribe un diario íntimo y yo, cartas. Eso hace a la diferente manera de organizar las palabras, lo cual, para el juego actoral, es divino. Mariano es uno de los dramaturgos más importantes y más interesantes de la escena teatral de este momento. Hace diez años, hicimos Las lágrimas en el Centro Cultural de la Cooperación. Él me mandó el texto y apenas empecé a leer la obra, me voló la cabeza: un material tan distinto, con una voz tan particular. Así que, cuando me volvió a llamar para actuar, fue un sí rotundo. Me siento muy honrada.

—Esta obra, como otras de Tenconi, sigue buceando en mundos íntimos. En este caso, aparecen cartas y diarios personales. ¿Cómo analizan la intimidad y estos géneros discursivos?

L.A: Muchas novelas han incluido cartas y diarios íntimos, que son formas de hacer hablar a los personajes, en primera persona, con un punto de vista inmediato. Es una forma muy teatral también. A mí me gustan mucho las cartas, escribo cartas, me han escrito muchas cartas. La era del chat recuperó algo de la idea de carta, de cómo uno escribe para ser leído. Las cartas son un precioso método de comunicación que permite elegir qué vas a decir y cómo decirlo. Esto es la columna vertebral de la obra: dos personas se encuentran, y el motor y la fragua donde el amor va a nacer es a través de leerse.

V.U: Cuando uno escribe de la mejor manera posible para que el otro también tenga la sensación de estar leyendo algo bello, es como un regalo hacia la otra persona. Yo he escrito cartas, sobre todo de amor. Conservo cartas que me han escrito. Las leo y me dan mucha ternura. Mi personaje, desbordado, escribe cartas, donde ella se desborda también.

—¿Creen que hay en la actualidad permisos y espacios para emociones genuinas y la comunicación de esas expresiones?

L.A: En las redes sociales, hay algo de la cultura del yo, del yo expositivo. En principio, eso da una apariencia de explosión de libertades. Creo que, al revés de eso, vivimos una época en donde la experiencia o la lectura sobre la propia emocionalidad se estandariza, se tipifica; todo se homogeneiza para ser entendido mejor, vendido mejor y puesto en el algoritmo de manera más fácil, lo cual elimina lo poderoso y hermoso de la singularidad humana. El campo emocional es algo más bien insondable.

V.U: Los pibes están comunicándose mucho por una vía virtual y no tanto en vivo. Entonces, eso genera más distancia con el otro. Tampoco me gusta pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Pero pareciera que estamos un poco menos comunicados.

—¿Qué les genera la idea, la palabra “amor”?

L.A: El amor es la energía más poderosa del mundo. Lo que se hace por amor y con amor perdura, sana, multiplica, salva, sutura, acerca. Sentirse amado, sentirse observado con amor, es una forma de vivir la vida que hace que valga la pena. Las formas de amor son múltiples; una de sus variantes es el amor romántico. Después, en los grandes discursos colectivos, el amor está en retirada. La obra dice en un momento: “El amor es creer en algo, porque también es un acto de fe el amor. El amor es creer en algo, en un mundo en el que no creen nada”. Pareciera ser que este es un mundo en el que la diferenciación, la separación, el desprecio, la competencia por el progreso personal van en detrimento del amor, pero creo que igual siempre resiste.

V.U: Yo vivo para el amor. Amo las historias de amor. Le pido a la gente que me cuente sus historias de amor, me las acuerdo. El amor es un sentimiento maravilloso y también de mucha exposición, que te deja el corazón en la mano. Creo mucho en que hay que abrirse al amor. También, me generan una contradicción las mujeres en este tema. La obra dice: “Solo una mujer sabe lo que eso (te amo) significa”. Nosotras fuimos criadas para amar y para casi nada más. Entonces, cuando mi vida gira demasiado en torno al amor, a veces digo: “Bueno, tranqui, pensemos en otras cosas”.

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