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miércoles, noviembre 13, 2024

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Un colegio del conurbano consiguió que nadie abandone y que casi todos sus egresados vayan a la universidad o consigan trabajo

Felipe Sánchez recuerda una noche como el principio de su sueño. Tenía 5 años, veía la tele y su mamá lo llamó desde el patio de la casa que alquilaban, en un barrio vulnerable de Virreyes, en San Fernando, provincia de Buenos Aires.

Recostada en un viejo sillón que usaban a modo de banca, su mamá le dijo: “Hoy las estrellas brillan más que nunca”. Él se recostó junto a ella y quedó maravillado por esas luces titilantes. Le preguntó a su madre qué eran realmente las estrellas. Ella no supo responderle, pero su curiosidad se encendió. Felipe pensó en cómo podría verlas de cerca: ser astronauta o lo que fuera que les permitiese acercarse a ellas.

A veces pensaba que su sueño era imposible. Como no tenía acceso a libros ni a computadoras para poder saber más sobre el cielo, soñaba con ir al Planetario, pero la economía familiar y el trajín diario no ayudaban. Su madre trabajaba como empleada doméstica casi todo el día; su hermana, seis años mayor que él, lo cuidaba por las tardes, después de la escuela estatal a la que iban. Además, le habían dicho que para estudiar las estrellas tendría que ser bueno en matemáticas, la matería que más le costaba. Peru su madre, que no terminó el primario, siempre lo incentivaba a estudiar, “a ser alguien”.

Felipe Sanchez egresó del Madre Teresa y ahora estudia para ser astrofísico; dice que allí lo hicieron confiar en él mismo para superar todos los obstáculos que tenía para terminar al secundaria, también, gracias al colegio, consiguió su primer empleo en blancoSantiago Cichero/AFV

Cuando Felipe estaba en tercer grado, su madre le consiguió una vacante en una de las escuelas más demandadas de la zona, el Madre Teresa, una escuela gratuita de gestión privada que se especializa en el trabajo integral con niños, niñas y adolescentes de contextos vulnerables para que salgan del círculo de la pobreza.

El impacto de esa escuela en los estudiantes es evidente: mientras en las escuelas del país, la mitad de los chicos abandona la secundaria, el Madre Teresa tiene una tasa de promoción del 100%. Y, además, sus egresados alcanzan conocimientos que en promedio son muy superiores a la mayoría de las escuelas del país ¿Qué ocurre cuando terminan la secundaria? 8 de cada 10 egresados sigue estudiando o consigue un trabaja, cuando el promedio en las poblaciones de bajos recursos es de 3 de cada 10.

Mi vida fue cambiando en ese colegio. Tuve más oportunidades. Empecé a entender matemáticas gracias a los profesores de refuerzo. Tenía computación y acceso a la biblioteca. En el último año, a veces bajé los brazos, por algunas malas amistades del barrio. Pero en el colegio siempre hicieron que confíe en mí para terminar la secundaria”, cuenta a LA NACION Felipe, que hoy tiene 19 y estudia Ciencias Físicas con orientación en Astrofísica en la Universidad de Buenos Aires. Es la primera generación de su familia que egresa del secundario y estudia una carrera de grado.

Los adolescentes como Felipe, que viven en barrios vulnerables, tienen muchos obstáculos para terminar el secundario y lograr un proyecto de vida superador de su realidad. Una investigación de LA NACION expuso que quienes crecen en hogares pobres tienen seis veces menos chances de egresar del secundario que quienes viven en hogares sin carencias. Se debe a unas serie de 12 desventajas, como no tener una computadora, acceso a internet, vivir hacinados o que sus padres no los puedan ayudar con la escuela porque no estudiaron, entre otras.

“Más allá de las diferentes capacidades que puedan tener los chicos a la hora de aprender y de sus realidades difíciles, siempre les decimos que sueñen alto. Ese es el primer impulso para cambiar sus vidas. Solo la educación cambia la realidad”, cuenta a LA NACION el padre Juan Pablo Jasminoy, fundador y director general del colegio Madre Teresa, cuyo modelo de enseñanza ayuda a que chicos como Felipe logren un proyecto de vida superador.

Incluso en los días lluviosos la asistencia de los chicos es alta en el Colegio Madre Teresa, allí desayunan y almuerzan y sus instalaciones están abiertas después de clases para talleres de apoyo escolar para chicos de otras escuelas de la zonaSantiago Cichero/AFV

Un modelo a replicar

El Madre Teresa se fundó en 2003 y hoy tiene 1300 alumnos que van al jardín, la primaria o el secundario. Es una escuela gratuita y se financia con donaciones de empresas y privados. Se construyó en medio de una decena de barrios populares como Villa Jardín, Itatí, o Barrio Avión. Los chicos cursan de 8 a 16 y comienzan la jornada con el desayuno. Muchos llegan sin haber cenado, ya que la mayoría de esos niños y adolescentes viven en hogares pobres.

De acuerdo a un relevamiento del colegio, el 62% de los adultos a cargo de los chicos que asisten al colegio tienen nivel educativo primario o secundario incompleto; 7 de cada 10 familias tienen ingresos por debajo de la línea de la pobreza; y el 53% de los adultos a cargo están desempleados o tienen empleos informales.

Ese escenario describe parte de la problemática que enfrentan los chicos a la hora de “soñar más alto”. No obstante, el colegio intenta revertir esa realidad con una red de acompañamiento muy personalizada. Y, según sus estadísticas, lo logra: el secundario lleva 11 promociones de bachilleres y el 100% de los chicos que empiezan el secundario logra terminarlo.

“Cuando hablamos de educación de calidad gratuita nos referimos al acceso al saber, pero también a la contención. Son clave y van de la mano porque muchos chicos vienen de contextos muy complejos y es normal que les cueste concentrarse. Pero debemos generar estrategias pedagógicas para poder llegar a ellos”, dice Marcela de la Fuente, la directora ejecutiva, que junto al padre Jasminoy charla con este medio.

De la Fuente suma que su éxito también se debe a la capacitación continua de los directivos, docentes y equipo técnico; el registro de los resultados para seguir mejorando; y sobre todo el respeto a la situación de vida de los alumnos y sus familias. “Los chicos hablan mucho. Si les pasa algo lo cuentan, y si no, los docentes saben cuándo vienen mal”. Ante estos casos, actúa un equipo permanente de profesionales en asistencia social y psicología para articular con el municipio, hospitales o la institución que fuere. Luego, detalla que hay duplas de docentes que ayudan a los que les cuesta aprender. Como le ocurrió a Felipe.

Toda esa estructura tiene impacto, dice la directiva y pone como ejemplo los resultados que obtuvieron en las pruebas Aprender 2022. El 50% de los estudiantes del Madre Teresa demostraron un nivel satisfactorio o avanzado en matemáticas, un gran mérito, ya que en las escuelas a las que asisten alumnos de nivel socioeconómico bajo solo el 6% logra ese nivel de aprendizajes. Incluso superan los indicadores de las escuelas a la que va una población de nivel socioeconómico alto (40%). Algo similar ocurre en lengua, una asignatura en la que la mayoría de los chicos del Madre Teresa también lograron buenos aprendizajes (88% satisfactorio o avanzado).

La relación del Madre Teresa con los chicos no termina cuando egresan, ya que posee talleres de apoyo a quienes continúan estudios universitarios, becas de estudio y una bolsa de trabajo, para lo cual articulan con organizaciones y empresas. Así, el 82% de los egresados estudian o trabajan. Mientras que el 58% de los graduados va a la universidad o a un terciario, cuando entre los jóvenes de bajos ingresos la cifra promedio es del 17,5%.

Luisana Paz, de 19 años, es exalumna y se suma a Felipe para charlar con LA NACION mientras recorren los pasillos del colegio. “El nivel de educación es alto. De no haber estudiado acá, no estaría en una carrera universitaria y menos en una privada”, cuenta Luisana. La joven es la mayor de tres hermanos y primera generación de egresados secundarios de su familia. Está en segundo año Ciencias de la Comunicación en la UADE gracias a las becas del colegio.

Cuenta que su mamá y su papá, que falleció hace tres meses, siempre la incentivaron a estudiar. Su mamá no había podido terminar la secundaria, pero después de que Luisana nació logró dar las materias que adeudaba y tuvo su título. En tanto, su padre era el mayor de cinco hermanos y había abandonado la primaria para trabajar y ayudar a la economia familiar. “Vos sí podés”, le decía. En el perfil de WhastApp de Luisana se los ve abrazados. Es un recordatorio, dice, en medio de parciales complicados. Un par de materias difíciles las dio con ayuda de los talleres de apoyo.

Felipe también sigue reforzando algunos conceptos de matemática y hace un curso de análisis de datos con Inteligencia Artificial y Power BI en el colegio. Hace poco se compró una computadora gracias a su primer empleo en blanco, en una empaquetadura de alimentos. Lo consiguió por la bolsa de trabajo de la escuela.

La pregunta que surge es si este modelo podría replicarse en los colegios públicos del país. Según Irene Kit, licenciada en Educación y presidenta de la Asociación Civil Educación para Todos, es posible: “Es importante reforzar la autoestima de los adolescentes, más si son de contextos vulnerables. A veces sienten que no están a la altura de las expectativas. Por eso en un principio hay que valorar el esfuerzo y el proceso de aprendizaje más que el resultado”.

Luisana Paz dice que su madre siempre la incentiva a lograr sus sueños y le dice : «Si querés, vos podés»Santiago Cichero/AFV

Kit destaca además la capacitación contínua de docentes y directivos, y dice que es clave un presupuesto educativo acorde, métodos diversos de enseñanza y la actualización de los contenidos curriculares: “Cuando un docente enseña herramientas que efectivamente los chicos usarán para armar un proyecto de vida, cambian su realidad”.

En uno de los pasillos del colegio hay una placa con la lista de egresados. Felipe y Luisana encuentran sus nombres. Sonríen. Luisana le pregunta de qué se trata su carrera. Él le explica. Le cuenta que lo máximo sería trabajar en colaboración con la NASA. Después, dice: “Mi mamá tuvo meses en su perfil de WhatsApp mi foto del día que egresé de la secundaria. Ahora mi sueño es que ella pueda decir que su hijo es astrofísico”.

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