Hay un tesoro escondido en Villa Crespo. Dentro de un edificio de frente vidriado y color gris, sobre una pared que antes era blanca y estaba despoblada, ahora suceden situaciones surrealistas. En una de ellas, Mamá Cora, el entrañable personaje de Antonio Gasalla en Esperando la carroza, está sentada al lado de Pablo, el pibe rubio protagonizado por Jorge Sesán en Pizza, birra, faso.
Esta reunión de personajes de películas filmadas una en 1985 y la otra 1998 puede solo puede ocurrir en un sueño o en el mural que pintó el artista Andy Riva para homenajear al cine argentino. La pintura está en la sede de Directores Argentinos Cinematográficos (DAC), en la calle Vera al 500.
Es una obra de arte inmensa. Tal es su dimensión que contiene en sí misma a más de un centenar de obras de arte. Cuando alguien se detiene frente al lienzo de 3 metros de alto por 5,40 metros de ancho y lo mira, no queda lugar para la indiferencia.
Imposible que la contemplación no despabile emociones. Ante cada descubrimiento de lo que está allí pintado surgirán, sin lugar a duda, la alegría, la tristeza, la nostalgia, el dolor, el amor, la justicia, la injusticia y todos aquellos sentimientos que quedan a flor de piel luego de ver una película.
Porque la obra de arte muestra escenas de más de cien películas del cine argentino. El mural en acrílico está plasmado sobre lienzo en tres bastidores de 1,80m de ancho por 3m de largo. Tiene una superficie de poco más de 16 metros cuadrados.
La experiencia podría compararse con un sueño. Uno de esos que suceden en noches apacibles. Esos que por la mañana se recuerdan nítidos. En esta, quedan flotando imágenes de películas argentinas que dejaron marca. Juntas, todas, muchas, más de cien.
Desordenada y arbitrariamente, se conjugan en una misma escena varias escenas: Esperando la carroza, Ánima Buenos Aires, Tango Feroz, Ico, el caballito valiente, XXY, Relatos Salvajes, Juan Moreira, Zama, Boquitas pintadas, Camila, Pizza, birra, faso, El Patrón, Sur, El secreto de sus ojos (la otra ganadora del Oscar), 76-89-03, El bonaerense, El exilio de Gardel, La película del Rey, Comodines, Moebius, Plata dulce, La ciénaga, Un cuento chino, La Tregua, Los bañeros más locos del mundo, El abrazo partido, La Patagonia rebelde y La antena. Y muchas más.
“La pintura podría ser una fusión de la tradición muralista del mexicano Diego Rivera con la tapa del disco de The Beatles, la banda del Sargento Pepper”, dice el artista plástico Andy Riva en conversación con Infobae.
Quizá no todos los personajes que aparecen en la portada del célebre disco o en las obras de Rivera, sean conocidos para los argentinos. Eso no sucede con el mural de DAC: aquellos que expusieron sus almas a películas nacionales desde 1970 para acá, están en condiciones de detectar un actor, una escena, algo familiar en la pintura.
Porque allí se entrelazan de algún modo actores de diferentes generaciones como Rodolfo Bebán y Rodrigo de la Serna. Uno caracterizado como Juan Moreira, en la película de Leonardo Favio, y el otro vestido de José de San Martín, en el filme Revolución de Leandro Ipiña.
Y también está, espléndida con el pelo largo y negro sobre su desnudez, Isabel Sarli en Bárbara (Furia infernal), de Armando Bo. Un poco más allá se presentan Norma Leandro y Chela Ruiz: se las ve dentro de un vagón de subte en una de las escenas más conmovedoras de La Historia oficial de Luis Puenzo, una de las dos películas argentinas que obtuvo un Oscar.
En esa gran pasarela hecha mural aparecen Alberto Olmedo y Jorge Porcel en Expertos en pinchazos de Hugo Sofovich y también una imagen de Hugo Soto como Rantés en Hombre mirando al Sudeste de Eliseo Subiela.
Si el espectador abre todos sus sentidos frente a la pintura podrá, incluso, escuchar cantar al Polaco Goyeneche en la película Sur de Pino Solanas. Y también alcanzará a oír de forma clara la frase “Señores jueces, Nunca más”, pronunciada por Ricardo Darín en la piel del fiscal Julio César Strassera en Argentina 1985 de Santiago Mitre.
El mural puede pensarse como un gran salón de baile por el que se mueven -quietas y al mismo tiempo acompasadas- más de cien personas que actuaron escenas de películas que dejaron huella en los que disfrutan del cine.
En esa coreografía que une épocas y relatos diversos bailan y se dan la mano intérpretes como Graciela Borges, Guillermo Francella, Héctor Alterio, Pepe Soriano, Héctor Anglada, China Zorrilla, Natalia Oreiro, Norma Aleandro, Berugo Carámbula, Federico Luppi, Claudio Rissi, Luis Brandoni, Julio De Grazia, Hugo Arana, Joaquín Furriel, Ricardo Darín, Julio Chávez y Marilina Ross, entre otros tantos.
“Reproduje, copié o calqué fotogramas de películas que entendíamos como representativas del cine nacional de los últimos 50 años. Se generó un lugar de encuentro de todas esas escenas, fue como armar una gran fiesta”, explica Riva. Cuando el pintor, quien estudió Diseño e Imagen en la Universidad de Buenos Aires, habla en primera persona del plural, se refiere a los amigos que se acercaron para cebarle mate mientras creaba el mural o sus padres que lo visitaban cuando el lienzo tenía partes en blanco y aquellos que les aportaron ideas sobre algunas películas que no debían faltar. Riva ve a su obra como un proceso colectivo.
El artista, que co-dirigió (junto a Guido De Paula) la película Las intemperies y que figura en el mural, señala a dos personas como los responsables de que el hecho pictórico-cinematográfico sucediera: Gabriel Arbós secretario de Acción social y Mariana Gugliotti, directora de Declaración de Obras de DAC, la organización que preside Carmen Guarini.
La entidad tiene como misión, tal como lo establece en el segundo artículo de su estatuto: “La representación, protección, gestión y defensa de los intereses y derechos de los directores de obras audiovisuales incluyendo las cinematográficas, nacionales y extranjeras, en cualquier soporte y con cualquier destino, así como de sus derechohabientes, ante personas, sociedades y organizaciones públicas y privadas, tanto nacionales como extranjeras. En especial, es objeto de protección de los derechos intelectuales que a los directores de obras audiovisuales y a sus derechohabientes corresponden a consecuencia de: exhibición pública, radiodifusión, reproducción por cualquier medio o procedimiento, incluyendo las reproducidas en soportes materiales destinados a venta y/o alquiler, transformación, adaptación, modificación, y cualquier otro uso que implique la necesidad de autorización del titular, existan o no beneficios económicos por terceros; o perjuicios potenciales para el titular”.
En la sede de DAC se respira, como no podía ser de otra manera, arte. En el patio hay una escultura. Y Riva hizo otras dos obras –más pequeñas, claro- que están exhibidas.
En una de las paredes hay una serie de retratos de grandes directores hechos por otro de ellos Bebe Kamín. Quien dirigió Los chicos de la Guerra- que ocupa un lugar en el mural- eligió dibujar a Leopoldo Torre Nilson, Leonardo Favio, María Luisa Bemberg, Raymundo Glyezer, Manuel Antín, Adolfo Aristarain, Luis Puenzo, Eduardo Mignogna, Eliseo Subiela y Pino Solanas.
Muchos de ellos “están” en el mural de homenaje. Si bien sus caras no se ven en la pintura, “están”. Porque fueron quienes dirigieron esas películas que merecieron el homenaje que está expuesto y se puede visitar en el edificio de DAC.
Es por ello que en el mural se pueden “ver” también los hilos de directores y directoras como Alejandro Doria, Lucrecia Martel, Pablo Trapero, María Verónica Ramírez, Fabián Bielinsky, Marcelo Piñeyro, Paulo Pécora, Héctor Olivera, Mariano Llinás, Flavio Nardini, Cristian Bernard, Israel Caetano, Bruno Stagnaro, Damián Szifrón, Pablo Parés, Laura Casabé, Israel Caetano. Mariano Cohn, Gastón Duprat, Juan José Campanella, Sergio Renán, Benjamín Ávila, Albertina Carri, Lautaro Murúa, Lucía Puenzo, Juan Antín, Laura Citarella, Verónica Llinás y Juan José Jusid, por citar solo algunos pocos.
Andy Riva tiene 44 años y trabaja en la industria del cine. Hijo de un abogado y de una maestra jardinera, es el del medio de tres hermanos y dibuja desde niño.
En 2023, luego de haber hecho una obra pequeña ubicada en la entrada de DAC, presentó el proyecto del mural homenaje. Comenzó a pintar en enero de 2024. Según explica, DAC luego de aceptar la propuesta, pidió que estuvieran unas 15 películas. Pero la obra tomó vida propia y creció, y creció hasta superar la centena.
En mayo del año pasado quedó terminada. Aunque ya hay un proyecto en ciernes para hacerla crecer. Y también para hacer rompecabezas con esa mixtura de escenas de películas nacionales.
Como Riva forma parte de la industria del cine, conoce perfectamente que se necesitan de decenas de trabajadores para crear las escenas que reprodujo en el mural. “Cada imagen que está en el mural es un fotograma de una película y para que ese fotograma se filmara hubo muchísima gente detrás. Si no estaba la chica de vestuario, no estaba el de catering, el que opera el generador, no se podría haber hecho. Por eso el lienzo trata de homenajear la pluralidad y la diversidad en el cine y no es un mural solo de actores, es un mural como el cine, como nuestro cine, habla de todos nosotros. En el mural se dan cita, no solo los personajes de las películas, sino también el esfuerzo de un montón de gente que hizo lo imposible para que estas cosas pudieran surgir”, dijo.
El artista eligió como la película que más le gusta de todas las que se entretejen en mural a Un lugar en el mundo de Adolfo Aristarain. Y cuando tuvo que nombrar actores que le hubiera gustado que vieran su obra, se quedó con los fallecidos Julio De Grazia y Hugo Arana. Ambos aparecen juntos, pintados en una escena de Esperando la carroza. Riva hizo una excepción: en el mural hay un imagen que no se corresponde con una escena cinematográfica. Dibujó al cine Gaumont con una fila de policías en el frente. Una muestra de los tiempos que corren.
En un sector del mural hay un arco narrativo claro. Así como la dictadura de 1976 dejó huellas imborrables en la sociedad argentina, sirvió de inspiración al cine. Para contar y para denunciar los hechos aberrantes sucedidos durante el mandato de Jorge Videla & Cía. Es así que, sobre el lienzo, La historia oficial se “mira” con Infancia clandestina que “observa” a Argentina 1985. A unos pocos centímetros se “asoma” El exilio de Gardel.
Esa porción del gran mural habla de los 30.000 desaparecidos, el robo de bebés, el tener que abandonar el país y de las violaciones a los derechos humanos que marcaron para siempre a la Argentina que están muy presentes en la filmografía nacional.
Con orgullo Riva cuenta que: “Hice para murales para Abuelas. Pinté la Casa por la identidad en la Ex ESMA. Pinté paredes y pisos. En el patio hice una huella digital gigante que es un laberinto chiquitito. También hice varias cosas en el Centro Cultural Haroldo Conti, relacionadas con la memoria, la verdad, la justicia. Es una pena que ese lugar quiera ser desmantelado por este gobierno”.
La imagen más notable del mural es la de varios actores y actrices de Esperando la carroza, una especie síntesis de argentinidad al palo hecha película. Riva sostiene que después de ver varias veces su obra dedujo que: “En realidad lo que estábamos haciendo no era solo un homenaje al cine nacional. Es un crisol, una trama, donde no es una sola línea narrativa la que se mantiene y sostiene, sino un caleidoscopio. Es Argentina que es un quilombo. Es nuestro, como el cine nacional”. Tan nuestro como lo que refleja el mural enorme y casi secreto que se expone en Villa Crespo.