Durante su efímera gestión al frente del Ministerio de Economía, Silvina Batakis arrojó una definición que sinceró una discusión entre los economistas en épocas de escasez de dólares, algo bastante usual en la historia económica argentina de los últimos 75 años: el Estado debería priorizar el uso de las divisas con destino a la producción en lugar de consumos postergables, como es el turismo. “El derecho a viajar colisiona con el de producir”, había sido su razonamiento, que cayó inevitablemente en la grieta.
La memoria del cepo. Durante los últimos seis años de control cambiario y cepo, la dosificación del acceso al mercado eufemísticamente llamado único y libre de cambios se fueron enmarañando las prohibiciones y encarecimientos para dificultar la compra de servicios turísticos en pesos al cambio oficial. Esto quería decir, utilizar los billetes norteamericanos y moneda franca global, para un consumo que se consideraba suntuario o al menos de poca relevancia pública. A medida que la brecha cambiaria cedía e incluso con la flexibilización del cepo en abril pasado, los dólares a los que accede un turista argentino que viaja tienen dos orígenes posibles: o los compra a otro que vende en el mercado o bien utiliza sus propios ahorros dolarizados.
Sin embargo, la duda planteada alrededor de la balanza turística internacional y su rol como posible desestabilizador del precario equilibrio externo mezcla los conceptos de fuga de capitales con el despilfarro de los escasos dólares, merece una aproximación cuantitativa más certera. El economista Marcos Cohen Arazi, responsable de la Sección Productiva del IERAL, subraya que según datos del INDEC en el primer trimestre del año salieron cerca de US$5.000 millones en turismo emisivo, con un déficit cercano a los US$3.500 millones, en un nivel récord para las últimas dos décadas. Los egresos de dólares por turismo emisivo crecieron 114% en el primer trimestre respecto del año previo, mientras que los ingresos por turismo receptivo se contrajeron 8%.
“En el mismo sentido, datos más actualizados de la evolución de los flujos de viajeros confirman un importante ritmo de salida de residentes al exterior con motivos turísticos en mayo”, agrega. La cantidad de viajeros emisivos creció 66% en los cinco primeros meses del año, en comparación con igual periodo de 2024, mientras que la cantidad de turistas internacionales cayó 20%. Durante 2017 y 2018 (sin cepo cambiario y con tipo de cambio bajo), también creció el turismo emisivo generando que por cada turista receptivo hubiera 2,2 turistas argentinos saliendo al exterior. En 2025 dicha relación se ubica en 2,8, un número solo superado por el registro de 2021, un año con muchas restricciones gubernamentales para el turismo. El impacto económico de estos movimientos se refleja en la caída del empleo en el subsector de alojamientos del 4% (-3.000 puestos de trabajo en los últimos 12 meses).
Rojo externo. La última semana de junio mostró al agro liquidando un récord de US$1.600 millones, horas antes que venciera la “franquicia” por la que se rebajaron los derechos de exportación. Con lo que ingresen durante julio luego de estas liquidaciones (se proyectan US$4.300 millones), probablemente acentúe el desbalance natural del sector externo argentino: se estima que los primeros siete meses del año ingresaron un promedio de US$3.000 millones mensuales que bajarían a un ritmo de US$2.000 millones para la última parte del año, según estimaciones de la economista Marina Dal Poggetto. “En un mundo donde el dólar global se volvió a devaluar, permitió una mejora del tipo de cambio multilateral que acumula 15% desde el arranque del programa”, explica en un informe. Atribuye este tirón de la demanda de dólares a la búsqueda de cobertura, el pago de aguinaldos, el anticipo de los gastos de las vacaciones en el exterior en el receso invernal y la propia demanda del dólar MEP y CCL de los productores que liquidaron. “Con una oferta exportadora escasa, el endeudamiento de empresas y provincias será fundamental para cubrir la mayor demanda de dólares que seguramente escalará a medida que nos acerquemos a las elecciones”, concluye. Mientras tanto, la expectativa de que los dólares del colchón ingresen al sistema, todavía espera a que sea aprobada la ley enviada al Congreso para modificar la ley penal cambiaria, tributaria y de procedimientos administrativos.
Las perspectivas son inciertas en el talón de Aquiles de este programa: la capacidad para poder generar reservas genuinas sin alterar el equilibrio fiscal y no abortar la reactivación.
Por ejemplo, el grupo financiero Adcap considera que las reservas están en un nivel crítico, casi la mitad de lo exigido por los parámetros convenidos con el FMI. Si se excluye el swap monetario con China, las reservas brutas pasan ligeramente los US$28.000 millones, casi la mitad de lo que la firma considera que deberían situarse en un esquema de cambio libre, como el adoptado.
Rebote. Finalmente, la otra variable que paradójicamente, es la recuperación de la actividad económica a partir del tercer trimestre de 2024 hasta el primero de 2025. En mayo pasado, la estimación de la consultora Equilibra señala que la actividad creció interanualmente 5% pero decayó 0,3% con respecto al mes anterior. La dinámica no fue homogénea y hay mucha diferencia entre los sectores, pero el impacto sigue siendo positivo y eso trae también un tirón en la demanda de insumos y algunos bienes finales (por ejemplo, autopartes y vehículos terminados) que también jaquean a la balanza comercial.
Esto también tuvo su impacto en la caída abrupta del índice de pobreza, motorizado por la desaceleración de la inflación. Para Leopoldo Tornarolli, del CEDLAS y la Universidad de La Plata, era previsible pues la suba en la pobreza de estos años fue casi todo deterioro en poder adquisitivo por inflación y muy poco de esa suba se explicó por pérdida de empleo. “Bajando la inflación íbamos a tener una ganancia rápida, pero el margen de mejora por inflación ya es chico y las bajas adicionales deben venir por mejoras que en cantidad y calidad de empleo”. A su juicio, el piso a perforar es un nivel de pobreza del 25% (logrado en 1994, 2011 y 2017) por lo que queda un buen trecho hasta esa meta que dependerá de la dinámica del mercado laboral como factor principal a largo plazo.
Alfredo Romano, director del Romano Group, señala una paradoja interesante que plantea un desafío a mediano plazo. Por la catarata de liquidaciones del agro en junio, los derechos de exportación representaron el 7,5% de toda la recaudación tributaria, con lo que mostró un aumento del 102% interanual y un 70%, medido en dólares. Sin embargo, el resto de la recaudación parece anticipar una desaceleración luego de la recuperación. La consultora Empiria calculó que el margen fiscal para eliminar o bajar impuestos distorsivos como las retenciones (un impuesto que desalienta el ingreso de más divisas), el impuesto al cheque o bienes personales, sólo será posible si la economía termina creciendo a un ritmo mayor al 3,4% anual. Todo tiene que ver con todo.