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sábado, agosto 16, 2025

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Boicot a Roland Garros?: cuando Guillermo Vilas avanzó de ronda con apendicitis y despertó controversias

Además de haber sido el hombre que popularizó el tenis en la Argentina, Guillermo Vilas podría ser considerado la estrella principal de unas mil vidas. El multicampeón zurdo, que este domingo celebra sus 73 años, no sólo es el mejor tenista de la historia entre los nacidos por estas latitudes, sino que también es poeta, escritor, actor, dueño de una vida de película y protagonista de crónicas inverosímiles. Como aquella, acaso tan absurda como surreal, en la que avanzó de ronda en Roland Garros con apendicitis y casi provoca un potente boicot al torneo.

Campeón en 1977, Vilas se ilusionaba con reconquistar París. En la edición de 1980 vislumbraba una gran posibilidad: se había instalado en octavos de final después de eliminar, de manera sucesiva, al uruguayo José Luis Damiani, al brasileño Thomas Koch –de quien copió el uso de la vincha– y al británico Buster Mottram.

«Estoy en mi mejor forma física y, por lo tanto, creo que la victoria está a mi alcance. Me encuentro preparado para afrontar no importa qué dificultades. Que las pelotas sean rápidas no me afecta. Cuando los organizadores me preguntaron, hace tres semanas, qué opinaba de su elección, les respondí que era perfecta», expresaba entonces Vilas, a quien la prensa francesa lo había adoptado como el favorito propio.

Aquel lunes 2 de junio lloviznaba en París. Pero Vilas, fiel a su estilo metódico, no modificó ni un ápice sus planes: siguió su minucioso programa, ideado por su entrenador Ion Tiriac, en busca de una nueva victoria. A las 9.30 arribó al Bois de Boulogne, el barrio en el que se encuentra el Stade Roland Garros. Había partido desde una quinta adquirida por el coach rumano, ubicada a veinte kilómetros de París, un sitio que ofició como espacio de concentración absoluta.

Se preparó para comenzar el entrenamiento en la cancha 5 del complejo. Pocas horas después debía enfrentarse con el español Manuel Orantes por el pase a los cuartos de final. Ya pensaba en la táctica: inició su mañana con golpes bajos y algunos efectos producto del slice, los tiros que más molestaban al ibérico, por entonces ubicado en el 15° puesto del ranking de la ATP.

De repente, como un estiletazo, se hizo presente un profundo dolor. Vilas se dobló hacia abajo, sobre su estómago. No podía respirar. Ya conocía el padecimiento: semanas atrás había sufrido del mismo modo. El número cuatro del mundo, el único con herramientas y fortaleza para desafiar a Björn Borg en aquel torneo, entendió lo que ocurría: en ese instante se esfumaban sus posibilidades de soñar con una segunda corona en Roland Garros. El anhelo se apagaba. Entonces surgió el conflicto, una controversia inédita en el tenis, tanto antes como después.

El origen del escándalo

Los resultados de los partidos de aquel lunes de Roland Garros, en el inicio de la segunda semana, pasaron a un plano secundario. El foco, con aroma controversial, estaba puesto en la no presentación de Guillermo Vilas, por impedimentos físicos, para su partido de octavos de final en la extinta cancha 1 del torneo.

¿Qué ocurrió? Orantes sufrió la descalificación, una decisión que derivaría en un escándalo. Pero vale la reconstrucción de los hechos para recapitular la historia. El tenista español aguardó un tiempo «prudencial» en el estadio, unos 45 minutos, en su valoración un lapso de carácter reglamentario, y luego se retiró del recinto con una certeza: sin la presencia de su rival, consideró que había ganado el partido.

Pero la realidad resultó antagónica: el Comité Organizador del torneo había decidido postergarlo una hora por una eventual recuperación de Vilas, quien había solicitado el aplazo para ver si le hacía efecto un medicamento para el estómago. El español no fue notificado de manera oportuna y, por eso, se marchó del estadio. La bronca se apoderó de su estado emocional cuando se anotició de que el Comité Organizador había dispuesto postergar el partido para el día siguiente con sustento en tres fundamentos: los inconvenientes estomacales de Vilas, la hora de tolerancia para ser atendido y el error propio por no haberle informado en el momento a Orantes.

Guillermo Vilas, camino al hospital en París.

El español se salía de las casillas: «Aquellos que conocen la reglamentación saben que tengo toda la razón del mundo. No sé si esto es una ‘ligereza’ de la Federación Internacional de Tenis (ITF), del Comité Organizador del torneo o de Guillermo, cosa que me resulta poco probable porque es mi amigo. Pero con todo esto hay un perjudicado y soy yo».

Consultado acerca de si estaba en condiciones de jugar al día siguiente contra Vilas respondió con fiereza: «Desde ya que no me voy a presentar. Sé que todo está de mi lado y me quedaré tranquilo. Anímicamente no estoy bien; esta situación repercutió en mi estado emocional. ¿Si Vilas se presenta a jugar mañana? Allá él. Acá alguien se equivocó y no me interesa quién. Si le dan por ganado el partido a Guillermo pondré todos los antecedentes en manos de mis abogados para que inicien el juicio a quien corresponda. Esto le hace mal al tenis».

Fiel a su palabra y a sus advertencias, Orantes no se presentó a jugar el martes, lo que provocó que el ganador, por walkover, fuera Vilas. Las alarmas se encendieron más adelante: un mayoritario grupo de jugadores, en respaldo del español, manifestó que podría realizar un boicot al Grand Slam francés como consecuencia de la polémica reprogramación del partido. Uno de los interesados en la movida era el estadounidense Harold Solomon, quien debía jugar en los cuartos de final frente a Vilas.

La ATP, entonces una suerte de sindicato de jugadores, se plantó en defensa de Orantes y en contra del Comité Organizador de la Federación Francesa de Tenis (FFT). Claro, el reglamento del Grand Prix, el circuito de aquella época, lo reflejaba de manera clara: un jugador no puede beneficiarse por una postergación debido a problemas físicos.

El español, en efecto, querelló contra la FFT en el marco de una «eliminación injustificada». En una fuerte conferencia de prensa, decía: «Creo que tomé una buena decisión: no soy rehén de nadie. Hay reglamentos que deben ser respetados. Tengo la impresión de que Vilas fue favorecido; nunca fui avisado con exactitud sobre el horario fijado para el partido».

En el intercambio con los medios, en el que estaban presentes, además de Orantes, el francés Philippe Chatrier, presidente de la ITF y de la FFT, y el estadounidense Butch Buchholz, titular de la ATP, se llegó a mencionar la palabra boicot, una opción que luego sería rechazada por considerarse una alternativa excesiva. El propio Buchholz sostenía: «Puede ocurrir si se llega a las últimas consecuencias, pero un boicot ahora no sería oportuno; antes debo entrevistarme con los jugadores. La decisión de dejar afuera a Orantes fue ahora mismo».

Chatrier, quien años después sería «enemigo» de Vilas en el famoso caso de las garantías, expresaba: «Orantes no fue avisado oficialmente del aplazamiento del partido a las 15.30. Si hay un responsable no es ni Vilas ni Orantes, sino el Comité Organizador del torneo que presido. Ante la situación confusa hice la propuesta que consideré acertada: aplazar el partido». Tiriac, también presente, esbozaba: «Guillermo no tiene responsabilidad alguna: estaba dispuesto a jugar en el momento que fuese, a partir de las 14.45 del lunes. Para nosotros no hubo problema. Si le hubiesen pedido a Guillermo que entrara en la cancha a esa hora, lo habría hecho. Nos fijaron a las 15.30 y entramos a las 15.20. Entonces supimos que Orantes había pedido la descalificación de Vilas».

Nacida en 1972, la ATP defendía los intereses de los jugadores y estaba conformada por todas las figuras del momento, excepto tres: John McEnroe, Jimmy Connors y… el propio Vilas. Había un antecedente impactante: en 1973 ya había dictaminado un histórico boicot a Wimbledon, impulsado por 80 jugadores como prueba de solidaridad con el tenista yugoslavo Nicola Pilic, prohibido por el torneo londinense tras una negativa a jugar la Copa Davis para su país. El peligro era latente.

Vilas pasó de ronda

La cancha 1 de Roland Garros estaba abarrotada: público y periodistas aguardaban, desde las 11 del martes 3 de junio, por el inicio del partido aplazado entre Vilas y Orantes. Pasados algunos instantes de los quince minutos reglamentarios de demora, no aparecía nadie: ni jugadores ni jueces de línea. Entonces, sobre el último suspiro, llegó Vilas: estaba pálido, pero pudo escuchar el veredicto del juez de silla Jean Pierre Wiart, quien lo declaró como el ganador.

Esa misma noche, en el hospital Saint Joseph de París, Vilas se sometió a un lavaje de estómago y el miércoles, previo descanso, entró a jugar los cuartos de final ante Solomon, pero con una certeza: sabía mejor que nadie que su físico, inclaudicable aliado de mil batallas, combustible de mil proezas, no respondería como siempre. Y ocurrió lo esperado: fue muy superior en el primer set, pero cayó 1-6, 6-4, 7-6 y 7-5.

El sueño de Vilas de volver a conquistar París ya estaba hecho trizas. Borg arrasaría hacia un nuevo título, pero hablaría con suma honestidad: «El único que me preocupaba era Vilas. Guillermo es quien está más cerca de mí en canchas lentas y estaba jugando mejor que nunca. Estaba en mi departamento de la Avenue Foch cuando (Lennart) Bergelin (NdR: entrenador de Borg) me avisó que había perdido con Solomon. Ahí supe que ganaría».

El temor, sin embargo, seguía intacto: los espasmos intestinales permanecían allí y no parecían apaciguarse. Tres días después de la eliminación el tenista argentino volvía a visitar el hospital Saint Joseph de la capital de Francia: había que saber qué sucedía con su cuerpo y, por eso, se entregó al chequeo médico.

Vilas, internado en París, junto con Gabriela Blondeau, su novia de entonces.

Operado en París

«El señor Guillermo Vilas se recupera con normalidad de la intervención quirúrgica practicada para extirparle el apéndice», rezaba el primer parte médico del viernes 13 de junio, ya transcurridas las primeras horas de la mañana en la que el argentino pasó por uno de los quirófanos del Hospital Americano de Neuilly, en París.

Acompañado en cada momento por Tiriac y por la reconocida Gabriela Blondeau, su pareja de aquel entonces, el zurdo había ingresado en la sala de cirugías a las seis de la mañana del viernes y salido poco más de veinte minutos después. Los dolores que llevaron a Vilas a internarse el día anterior en el hospital habían afectado una zona del intestino denominada caecum, la primera porción del intestino grueso, y pudieron haber derivado en una grave peritonitis. El médico Maurice Chaubin, el encargado de operarlo, aventuró luego que la génesis del problema habría aparecido el mes anterior, en mayo, durante el torneo de Roma, en el que Vilas se consagró tras vencer en tres parciales al francés Yannick Noah y durante el que había experimentado las primeras incomodidades en el sector abdominal.

Pero la semana previa, en Hamburgo, torneo en el que perdió en la final ante Solomon, Vilas ya le había advertido a Tiriac respecto de una molestia en el estómago. El entrenador rumano recordaba, según reprodujo El Gráfico: «En Alemania me hizo un comentario y se lo atribuimos a una bebida gaseosa». Esa misma molestia persistió un puñado de días después, en los primeros partidos en el Foro Itálico, espacio temporal en el que el cirujano precisó el origen de la apendicitis, pero no hubo sobresaltos hasta que el dolor reapareció el día del partido ante Orantes en Roland Garros.

Aquel día, el lunes 2 de junio, Vilas había solicitado la postergación del encuentro tras el regreso de los dolores, ahora más incisivos por la exigencia del entrenamiento previo al compromiso. Su médico personal Jean Tailleur ofrecía detalles respecto de aquel suplicio de Vilas: «Ahí está el origen que volvió necesaria la operación: en ese momento la apendicitis ya estaba declarada. Lo único que había para hacer, con el aporte de los antibióticos que lo habrían debilitado, era postergar el recurso quirúrgico».

El lunes siguiente, una semana más tarde del partido trunco contra Orantes y cinco días después de la eliminación frente a Solomon –enfrentamiento en el que ya padecía de apendicitis–, la inflamación se mantenía y, entonces, el entorno del jugador determinó que la cirugía sería el viernes 13 en el Hospital Americano de Neuilly, la mejor institución de Francia en el rubro.

En reposo, aguardó hasta el momento de la internación, que tuvo lugar en la tarde del jueves 12. A las seis de la mañana del viernes ya inició el proceso: se sometió a la anestesia general, inducida a través de pentothal, y a partir de entonces no hubo complicaciones. Ya en su habitación, junto con Tiriac y su novia Blondeau, y todavía bajo los somníferos efectos del sedante, el multicampeón argentino apenas balbuceaba dos frases: «Me duele» y «quiero mate».

Tiriac, el hombre que todo lo podía, se dirigió a la zona del Arco del Triunfo y consiguió los tres elementos necesarios para satisfacer las necesidades de su jugador: una bombilla, un mate y un paquete de yerba. Todo marchaba como se esperaba: Vilas tendría entre tres y cuatro semanas de recuperación. Volvería al circuito a fines de julio, sin rastros de apendicitis y con una celebración: ganaría el torneo de Kitzbühel, en Austria, luego de derrotar en la final al checoslovaco Ivan Lendl.

«Vilas, el poeta», suspendido

El apéndice, además de las molestias y de la visita por el quirófano, le trajo otro tipo de dolores a Vilas: el zurdo debió suspender una producción que estaba pautada con dos meses de antelación y que llevaba del nombre de «Guillermo Vilas, el poeta». La filmación sería impulsada por Antenne 2, una de las televisoras más relevantes de Francia. Los tiempos jugarían una mala pasada: el reportaje con el tenista argentino debía salir al aire el 28 de julio de 1980, en consonancia con la presentación al público del segundo libro de poemas de Vilas, cuyo título era «Cosecha de cuatro», editado en Francia por Atelier Literario y en la Argentina, en 1981, por Editorial Galerna.

La segunda y última obra de Vilas contenía unas cincuenta poesías inéditas, que se sumaban a más de quince recuperadas del primero de los libros que había editado el tenista-poeta, «Cientoveinticinco», distribuido por J. R. Corvalán y Asoc. Editores, en el año 1975. La nueva publicación de Vilas sería la columna vertebral de la emisión en la televisión francesa, pero estaría complementada con el lanzamiento del último número de una revista especializada de la época, «Vagabondage«, cuya edición de aquel entonces estaría dedicada a dos poetas: el francés Paul Verlaine y, claro, el propio Vilas.

El pánico invadía a los productores, cuyos cálculos estimaban un daño de 55 mil dólares del momento –unos 200 mil dólares de la actualidad–, por lo que se jugaron una última cruzada: intentaron rodar el programa en las instalaciones del hospital. Lograron las autorizaciones pertinentes, pero el estado de Vilas, todavía anestesiado y en pleno prólogo de la recuperación, destrozaría los planes. «Vilas es un simple señor que acaba de operarse y necesita rehabilitarse», expresaba el médico cirujano, a modo de sentencia.

Guillermo Vilas, a punto de entrar al quirófano para extirparse el apéndice.

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