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domingo, noviembre 24, 2024

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Me siento en otra sabIdurÍa mental y espiritual

En 2003, cuando lo explosivo de la carrera nacional e internacional de Elena Roger se estaba iniciando, esta cantante y actriz se unió a un equipo artístico para hacer un espectáculo-tributo a la popular italiana Mina Mazzini. Así nació “Mina… che cosa sei?!?” El proyecto tuvo algunas temporadas más y luego quedó en el recuerdo, casi como una leyenda. Hoy ese conjunto de artistas y amigos vuelve a subirse al escenario, esta vez, del Lola Membrives, de viernes a domingo, desde el 5 de noviembre. Con la protagonista, está Diego Reinhold; Gaby Goldman hace la dirección musical con otros cuatro intérpretes; Valeria Ambrosio, en la dirección; y Adrián Suar es parte de la producción.

—¿Cómo presentarías, qué destacarías de Mina Mazzini, de modo tal que da origen a este espectáculo?

—Ella es una excelente cantante italiana, muy famosa, con una historia muy particular, de vanguardia. En un momento, decide desaparecer de los medios, dejar de ser figura pública y pasa a ser una persona que edita discos. Sigue estando en boca de la gente, pero no da más notas ni canta en vivo. Se transforma en un fantasma. Eso la vuelve algo mística. Ya era una figura especial: no era particularmente bella, no tenía cejas. De su repertorio, me gusta que canta no solo baladas románticas, dramáticas, sino también canciones graciosísimas como “Parole” o “Lo shampoo”: Mina tiene humor, ironía, angustia, nostalgia.

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—¿Qué expectativas tienen con este regreso?

—Lo vivimos como un evento, más para darnos el gusto a nosotros, que como proyecto teatral. El desafío es volver a incorporar el espíritu de nuestras carreras en ese momento. Quizás, hacemos algo de verano o gira. Pero en este primer momento, decidimos hacer cinco semanas para reencontrarnos. Lo tomamos como una capsulita, un momentito, una celebración con la gente. Después de ese espectáculo, me pasaron muchas cosas: perdí a mi mamá; toda la carrera de éxito, viajé, hice “Evita”, hice “Piaf”, seguí formándome. Veo algo de inocencia en aquel momento.

—¿Cómo nació todo hace poco más de veinte años?

—Yo soy de familia italiana y seguramente había escuchado a Mina en “Un año de amor”, en esos discos chiquitos con un solo tema de cada lado. Compartimos un verano trabajando con Valeria en Punta del Este y ella me introdujo el personaje y repertorio. Nos reencontramos con ella en “Jazz, swing, tap”. A mí me surgió la posibilidad de cantar una fecha en el BAC; decidí cantar en italiano en un espectáculo sobre Nina y Valeria me dijo que me podía dirigir. Era la primera vez que yo hacía un espectáculo de autogestión y para ella era la primera vez que dirigía. Volver a hacer Mina es volver a las fuentes. Recopilamos pedacitos de canciones y canciones enteras. Trabajamos con Gaby Goldman. Con él, en ese momento éramos niños, hacíamos shows, eventos, trabajábamos en boliches a la noche. Con Diego Reinhold, también en “Jazz, swing, tap”, pegamos tanta buena onda, que le propuse hacer ese show conmigo. Valeria me armó un mundo donde yo empecé a jugar, algo maravilloso, un mundo de duendes. Pero yo estaba muerta de miedo; me había quedado muda. Mi mamá me había tenido que poner una inyección de decadrón y de alguna manera la voz salió y fue una cosa hermosa, una travesura, un juego. Valeria se lo mostró a Alejandro Romay, y el 8 de diciembre estábamos en El Nacional por cuatro fechas. Después hicimos una temporada en el Metropolitan y en el Broadway. Nos dio muchas satisfacciones; ganamos premios. Mucha gente lo amó y mucha gente no lo conoce.

—Planteás esta experiencia como “un mundo de duendes”. Otros espectáculos también te han permitido brillar, disfrutar. ¿Cómo interactúan esos espacios luminosos de tu vida profesional, dentro de un mundo que presenta mucha oscuridad?

—Uno crea el mundo en el que vive. Lo que nos pasa es consecuencia de lo que hacemos. Solemos pensar que el afuera produce lo que nos pasa, pero hay que ver si no somos nosotros generando ese lado negativo. Hay guerras, pero ¿cuántas veces te peleás en tu familia? Eso es una guerra también. Son actitudes que hay que revisar. Más allá de las cuestiones políticas, hablo de una cuestión global. Yo, por ejemplo, tengo cero pesos en el banco y tengo que pagar miles de cosas: ¡ohhh!, pero algo se movió ayer, acomodé, pensé, relajé y ahora tengo para pagar. Es la magia. Si estamos todo el tiempo siendo bombardeados por cosas malísimas, ¿qué puede suceder en tu vida? La vibra es tan baja, que atraemos y conectamos solo con lo bajo. No puedo vivir de una manera angustiante. Tampoco es que solo miro comedias en la televisión, pero elijo generar proyectos como “Mina”…: es generar felicidad, buenas vibras, un espectáculo de duendes, de magia. Ese es mi aporte a la sociedad: cantar y hacer espectáculos de los que la gente salga emocionada.

—También actuás. ¿Qué te atrajo de la serie “La mente del poder” en TNT?

—Como actriz, hice menos. Hice más como cantante y comedia musical. No soy una persona de tiras. De “La mente del poder”, me gustó el personaje (me había pasado lo mismo con “Wakolda”); me atrapó muchísimo el guión, el personaje de la espía, el desenlace y estar en un thriller. Y el elenco. Mike es amigo de toda la vida. A Diego Velázquez siempre lo había visto haciendo un montón de teatro y me encanta. Eleonora Wexler me parece una actriz del carajo. Me gusta el formato de plataforma, que no es una tira y ni una película, porque podés saber principio y final. De tiras solo trabajé en “Hombres de honor”; los libros se iban a escribiendo sobre la marcha y no sabías para dónde iba a ir el personaje, lo cual fue un gran ejercicio actoral.

—Este año vas a cumplir cincuenta años. ¿Te significa algo en particular esa cifra?

—¡Sí! Re-significa para mí. Esta década que comienzo es importante, porque es la preparación hacia mi vejez, que quiero que sea hermosa, que no quiero que sea sufrida. Perdí a mi mamá hace un año y medio: me cambió la existencia. Es fatal perder a tus progenitores. Mi papá está muy enfermo; tuvo un ACV a los 51 años en la crisis de 2001. Yo no quiero seguir ese paso. Veo la vida de ellos y estoy intentando superarlos. Yo quiero vivir hasta los 120, por lo menos, ¡ja, ja!, aunque los planes pueden ser cambiados. Me siento en otra sabiduría espiritual y mental para comenzar esta nueva década. No quiero que el problema del país o del mundo me tome tanto, que no pueda disfrutar de la vida. Estoy en ese plan: cómo crear un universo dentro de esta realidad, que me haga llegar bien a mí, a mi gente, a mis seres queridos: esos son los cincuenta.

“Aprendo de Elena Roger todos los días”

A.M.

Diego Reinhold es la otra figura que está presente en “Mina… che cosa sei?!?” Para Elena Roger, la dinámica entre ambos es la de que “ella es una cantante y, dentro de su cabeza, pasan muchas cosas. Diego es el personaje masculino, al que ella pone en diferentes lados, según la canción”. Desde la perspectiva del actor, cantante y conductor, “mi personaje es como una especie de duende, de músico que está en la imaginación de la cantante que da este recital. Él le va generando situaciones, encuadres, algunas de amor, otras, escénicas, para que la cantante pueda desarrollar su recital y, un poco, explorarse y conocerse a sí misma”.

—¿Quiénes son estas personas que hacen el espectáculo: son las mismas de hace veinte años?

—Veinte años es un montón de tiempo, pero somos las mismas personas, los mismos amigos, compañeros, que queremos seguir jugando, divirtiéndonos, asombrándonos con este experimento, esta gran obra, esta pequeña obra que hemos podido entre todos configurar y que nos trajo tantas alegrías. Es como volver a ser los mismos de hace veinte años: somos los mismos, pero más asentados.

—¿Cómo es Elena como profesional y como amiga, para vos?

—Elena significa muchísimo para mí en lo que fue el crecimiento de esta profesión, porque nos hemos apoyado, ayudado mutuamente. Hemos aprendido mucho el uno del otro. Hemos ido de vacaciones y compartido experiencias hermosas. Es alguien muy especial en mi vida. Como artista es alguien que admiro mucho, profundamente. Aprendo de ella todos los días. Disfruto junto a ella de las cosas y los lugares a los que pudo acceder. Cuando ella estuvo en el exterior trabajando, siempre me ha invitado a compartir esos momentos. Fue fantástico verla desplegarse en esos escenarios que uno jamás se hubiera imaginado.

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