El Festival de cine de Mar del Plata, como todos, tiene distintas secciones en las que se proyectan películas de diversa índole. Y el público que asiste a las proyecciones ciertamente difiere: no es el mismo el que va al Auditorium a las 9 de la mañana a ver las películas de la Competencia Internacional, que el que va un sábado a las 23.50 al Paseo Aldrey a ver, por ejemplo, cómo Amy Adams se convierte en perra, literalmente, en Canina.
Grieta o no, las respuestas del público antes de las proyecciones, cuando se exhiben los cortos del Festival, van de encendidos aplausos, presumiblemente de espectadores marplatenses, cuando se ve el logo del Festival, a un “¡Viva Perón!” tras el corto que toma imágenes y las palabras de un Sucesos argentinos de 1954 -una suerte de noticiero breve que se veían antes de las películas-, cuando durante el gobierno de Juan Domingo Perón se inauguró el Festival. Aunque del General no se vea ni un fotograma.
Lo de la grieta viene a cuento de que, cuando aparece en solitario el logo del INCAA, son otros los que aplauden a rabiar, como si fueran fanáticos de River Plate y apareciera el nombre de Gallardo.
Lo que hasta ahora no hubo fue abucheos. Todo muy civilizado. Faltaría, no sé, un corto de la Scaloneta para unir a todos.
Mucho se previó que podía suceder ante esta edición del Festival, que corrió el riesgo de no realizarse, a la que muchas asociaciones de técnicos, directores y productores le restaron su apoyo y presencia, aunque más no fuera retirando los premios no oficiales que acostumbraban entregar.
Hubo una aproximación entre el Festival y Contracampo -la muestra paralela organizada por cineastas que no están de acuerdo con políticas del INCAA- que, desgraciadamente, no se terminó de concretar. Ayer, domingo, por la mañana, hubo un “Conversatorio” en la librería El gran pez, donde la gente de Contracampo -directores del cine independiente argentino, mayoritariamente- realiza todos los días un encuentro público. El tema de este domingo era ¿Qué festival queremos? Espacios de encuentro y pensamiento en un contexto de reducción de la financiación y producción.
Se cruzaron mails y Whatsapps los días previos para que los directores artísticos del Festival, Jorge Stamadianos y Gabriel Lerman, participaran del mismo. Iba a ser un encuentro para marcar diferencias y probables puntos en común. Lamentablemente, por algunas disidencias el debate quedará para otra oportunidad.
La que se llevó, siempre, en cada presentación, sea de sus películas o en sus charlas con el público, fue la cineasta japonesa Miwa Nishikawa. Se vieron dos películas sala llena -OK, las funciones en el teatro Colón de Mar del Plata eran gratuitas-, pero lo que motivó a la gente fue una inesperada recomendación boca a boca. Ayer, domingo, la realizadora nacida en Hiroshima presentaba sus filmes en la Sala Lugones del Teatro San Martín, en Buenos Aires.
Hay mucha producción nacional en el marco del Festival, a lo que se suman todas las películas de Contracampo, la muestra que corre en paralelo en la sala Enrique Carreras, que ya dijimos que nació como respuesta a políticas del INCAA.
Curiosamente, las dos películas argentinas que compiten por el Astor tienen como centro de atención una historia similar, pero con diferentes abordajes. En La quinta, tercer largo de Silvina Schnicer, que tuvo su premiere internacional ayer domingo, un matrimonio con sus tres hijos llega al lugar del título y descubre que su casa ha sido vandalizada.
Y en El casero, cuarto filme de Matías Lucchesi, son los personajes de Paola Barrientos y el uruguayo Alfonso Tort (El aroma del pasto recién cortado) quienes regresan a la casa de la infancia, en Villa Carlos Paz, para advertir que el antiguo cuidador subalquila la piscina para buzos y también a una troupe como de teatro de revistas, además de dar alojamiento a un montón de niños.
Si El casero, que se verá a partir del martes, es una tragicomedia, que no vamos a spoilear, La quinta va por otra senda. Los chicos encuentran en una casa lindera, abandonada, un homeless que está durmiendo, presumiblemente, y lo dejan encerrado con candado.
La apuesta de la realizadora Schnicer es fuerte, apelando a la columna sonora en más de una oportunidad con ruidos y música que aporta mucho al clima que busca sugerir.
En Contracampo, una inédita que estuvo en Cannes
Este año hubo dos películas argentinas en Cannes, ninguna en el Festival propiamente dicho, pero sí en la Semana de la Crítica y en la Quincena de Cineastas. Ambos títulos se vieron en Contracampo: la recientemente estrenada comercialmente Simón de la montaña, de Federico Luis, ganó la Semana de la Crítica, y Algo viejo, algo nuevo, algo prestado, de Hernán Rosselli, pasó por la Quincena y tuvo su premiere argentina, entonces, en Contracampo.
Rosselli, que empezó siendo editor y ya va por su tercer largometraje como director, se centra en una familia que levanta apuestas ilegales, básicamente, la quiniela clandestina, y sigue a Maribel, la hija de la familia que contará su propia historia a través del recuerdo de su padre Hugo y su madre Alejandra. Es de lo mejor que se vio del cine argentino este 2024.
Algo viejo, algo nuevo, algo prestado se exhibirá los sábados de diciembre en el Malba.
Volviendo al Festival, la primera película que colgó el cartelito de “Agotada” fue Megalópolis, de Francis Ford Coppola. Que se proyectó anoche domingo en la sala Astor Piazzolla del Auditorium. Y, ya lo contaremos, surgió otra grieta entre los que la defendieron con aplausos al final y los que se quedaron pasmados con lo que veían en pantalla.
Megalópolis, que tiene más funciones aquí este lunes y martes, los directores artísticos de Mar del Plata manifestaron a Clarín que entienden que es la película “acontecimiento” de esta 39° edición. Y se confirmó su fecha de estreno en la Argentina en salas comerciales. Será el primer jueves de enero. Tiene un elenco que ya solo por sus nombres atrae, de Adam Driver a Giancarlo Esposito, de Nathalie Emmanuel a Aubrey Plaza, pasando por Jon Voight, Shia LaBeouf, Dustin Hoffman a Talia Shire, hermana de Coppola.
Hubo descreídos que sí, abandonaron la sala. Fueron los que se perdieron los estruendosos aplausos del final. Porque como ya dijimos, Mar del Plata tiene no un público, sino varios.