Uno era camaleónico, vanguardista, arriesgado, glamoroso e hizo un culto extremo de la reinvención artística. El otro sentó las bases fundacionales del punk y, a pesar de los varios cambios musicales que experimentó a lo largo de su dilatada carrera y de estar atravesando un presente de plena madurez, continúa siendo un fiel representante del lado más salvaje, visceral, desafiante y sin dobleces de la vida. Puede considerárselos como el intelectual y el callejero; la reflexión y la furia; el agua y el aceite o bien el yin y el yang del mundo del rock. Sin embargo, más allá de ese juego de opuestos y de sus notorias y marcadas diferencias, a lo largo de los años David Bowie e Iggy Pop, que de ellos se trata, no sólo se han convertido en leyendas sino que han sabido forjar una sólida amistad que excedió tanto los logros y éxitos profesionales conjuntos como el respeto y la admiración mutua.
Todo comenzó a principios de 1971 cuando David Bowie visitó por primera vez Nueva York como parte de una gira de entrevistas para promocionar The Man Who Sold the World, su tercer álbum aparecido en noviembre de 1970. A poco de arribar, la sorpresa de todos en su compañía discográfica fue mayor al recibir un pedido muy especial por parte del artista británico: conocer a Iggy Pop. “La Iguana” ya había grabado dos discos con su banda The Stooges que no habían generado ni la más mínima repercusión en el público. Y como si eso no bastara, para ese entonces ya estaban prácticamente separados después de dos años de drogas y puro descontrol. De todos modos, a Bowie no le importó para nada esa situación: él había descubierto a los Stooges a través de un concierto grabado en video y consideraba que Iggy Pop era el futuro de la música.
Tras ese primer contacto y mientras el grupo había abandonado totalmente la actividad, desde el Reino Unido Iggy recibió el llamado de Tony De Fries, representante de Bowie, quien para 1972 estaba en vías de convertirse por fin en alguien exitoso gracias a la creación de un nuevo alter ego: Ziggy Stardust, una estrella de rock alienígena cuyo nombre de pila, aunque con una leve deformación, tomó inspiración del vocalista estadounidense. Al parecer, la verdadera intención de De Fries era utilizar a Pop como una especie de marioneta al estilo del famoso musical The Rocky Horror Show. Por tal motivo y desconfiando de los auténticos propósitos del manager de su colega, Pop logró convencer a Bowie y así, en compañía de sus antiguos camaradas, viajó a Londres para grabar Raw Power, el tercer álbum del grupo, que vio la luz en febrero de 1973 bajo la producción de ambos aunque con la denominación de Iggy & The Stooges. Al poco tiempo, la banda comenzó a sufrir una serie de problemas internos que finalmente desembocarían en su separación sellada en 1974.
Apenas dos meses después del lanzamiento de Raw Power, el vínculo que comenzaba a gestarse entre ambos músicos sumó un nuevo capítulo a través de “The Jean Genie”, elegido como primer corte de difusión de Aladdin Sane, sexto álbum de estudio de Bowie. “Ese tema fue una oda a Iggy, supongo, o la persona ‘tipo Iggy’: basura blanca; cosas de chicos de parques con casas rodantes; el intelectual oculto que no querría que el mundo supiera que lee. Creo que es una canción realmente buena y de verdad disfruto tocarla y cantarla. Es una de las pocas a las que puedo volver cada tanto”, afirmó el artista en 2002. “Su personaje central se basó en alguien al estilo Iggy y el escenario está inspirado en el Max’s Kansas City de Nueva York. El título, por supuesto, era un torpe juego de palabras con Jean Genet”.
De regreso en los Estados Unidos, Iggy Pop intentó reconstruir un grupo con el guitarrista James Williamson y Scott Thurston, quien había participado como tecladista de los Stooges en las últimas giras. La banda comenzó a grabar un álbum pero no pudo completarlo por falta de fondos. Esta situación llevó al cantante a una instancia extrema: alejado ya de la heroína, Iggy no podía escapar, sin embargo, del consumo de diversos tipos de drogas, por lo cual finalmente se internó en una clínica de desintoxicación en Los Ángeles. Allí se hizo presente el mismísimo Bowie para rescatarlo y llevárselo con él a la gira presentación de Station to Station.
“Para 1975 estaba totalmente metido en las drogas y mi fuerza de voluntad se había agotado enormemente. Pero aún así, tuve conciencia para internarme en un hospital y sobreviví con fuerza de voluntad y mucha ayuda de David Bowie”, declaró Pop en una oportunidad a propósito de este hecho.
Aquel reencuentro entre ambos músicos comenzó a rendir sus frutos de manera casi instantánea. Iggy acompañó al Duque Blanco en la grabación de Low, en Berlín y Bowie a su vez produjo The Idiot, el álbum publicado en 1977 y que marcaría el inicio de Pop como solista. La crítica quedó sorprendida ya que el sonido del disco era bien distinto al de los Stooges y en vivo Iggy se había transformado en un artista increíble, aunando la gracia de un bailarín con la agilidad de un contorsionista. Cabe señalar también que en The Idiot apareció por primera vez “China Girl”, tema compuesto por ambos pero que recién alcanzaría una enorme popularidad a través de la versión que Bowie registró en Let’s Dance, su exitoso álbum de 1983. En medio de la vorágine de la gira presentación de The Idiot, Iggy registró una nueva producción discográfica. Lust for Life, tal su título, también fue producida por Bowie, quién además se sumó a los conciertos como tecladista de su banda de apoyo.
Tras desarrollar sus respectivas carreras solistas por separado, sus caminos volvieron a cruzarse recién en 1984. Aquel año, y tras permanecer por un tiempo alejado de la escena musical, Iggy reapareció interpretando coros en Tonight, un nuevo álbum de Bowie. Dedicado al estudio del arte dramático, la figura de Pop emergió también participando en diversas películas, entre ellas El color del dinero, de Martin Scorsese. Aunque finalmente su regreso triunfal a la música se produjo en 1986 a través de Blah, Blah, Blah, álbum producido por su gran amigo David Bowie y del que se desprendieron hits como “Cry for Love” y “Real Wild Child”. Una vez más, el aporte del creador de “Modern Love” desde su rol de productor no sólo repercutió favorablemente en el devenir artístico de Iggy Pop, sino que en esta nueva oportunidad funcionó además como pista de relanzamiento definitivo para su carrera.
Gracias a un sonido deliberadamente aggiornado, “La Iguana” conservó su prestigio e inclusive despertó el interés de una nueva generación de oyentes a través de Instinct (1988), su siguiente trabajo discográfico que obtuvo estupendas críticas.
Al margen de las variadas colaboraciones musicales entre David Bowie e Iggy Pop, durante mucho tiempo giró alrededor de sus figuras una sospecha relacionada a un presunto romance que, en verdad, jamás fue fehacientemente confirmado. Esa serie de rumores comenzaron a circular cuando a mediados de la década del setenta ambos se instalaron en la ciudad de Berlín, considerada la capital mundial del arte y, por ese entonces, también de la heroína. Para el pensamiento general de aquel momento, que dos hombres convivieran en un pequeño departamento y permanecieran encerrados en él durante jornadas enteras resultaba algo inusual. Los comentarios alcanzaron un grado tal de fantasía y febril imaginación que, entre otras cosas, no sólo se llegó a decir que Bowie tenía secuestrado a Pop para que haga las veces de esclavo sexual sino también que Angela Barnett, la esposa del Duque Blanco en aquel entonces, se había cuestionado en más de una ocasión semejante nexo.
El morbo en torno a esa situación se acrecentó y continuó su curso a lo largo de los años, derivando de hecho en Velvet Goldmine, una película estrenada en 1998 y protagonizada por Ewan McGregor, Jonathan Rhys-Meyers, Christian Bale y Toni Collette, que sugirió una gran historia de amor entre ambos músicos. Sin embargo, cuando el director Todd Haynes le presentó el proyecto a Bowie, éste no sólo lo rechazó de plano ya que el guion se apoyaba en aspectos de su vida privada más que en su propia música, sino que además le quitó el permiso para que utilizaran sus canciones. Como consecuencia de esta firme decisión, por un lado los guionistas se vieron obligados a reescribir un guion en donde finalmente la ficción cobró más peso que la vida real. Y por otro, la banda sonora (coordinada por Michael Stipe, líder y vocalista de R.E.M.) debió apelar tanto a temas clásicos del glam-rock, algunos en sus versiones originales y otros reinterpretados a modo de covers, como a material compuesto especialmente.
No obstante la realización del film y la previsible revitalización de aquellas antiguas habladurías que su estreno trajo consigo, lo cierto es que se conoce muy poco respecto a la verdadera relación entablada entre ambas personalidades musicales durante su prolongada estadía en la capital alemana. Lo único confirmado fue el acabado y fructífero proceso creativo llevado adelante de manera conjunta y traducido en las siguientes producciones musicales: las ya citadas The Idiot y Lust for Life, ambas lanzadas en 1977 y pertenecientes a Pop, y la llamada “trilogía berlinesa” de Bowie conformada por los fundamentales y revolucionarios álbumes Low (enero de 1977), Heroes (octubre de 1977) y Lodger (1979).
Más allá de otras contribuciones musicales realizadas durante la década del ochenta y de algunos encuentros esporádicos cristalizados en años más recientes, la estrecha amistad entre estos dos inmensamente influyentes e indiscutidos referentes del rock jamás se resquebrajó y se mantuvo vigente hasta la muerte de Bowie, ocurrida el 10 de enero de 2016.
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