Diego Xavier Guastini conoció a Carlos Sein Atachahua Espinoza en 2002. «Dolarín» –como le decían– tenía 28 años y manejaba una prometedora cueva en la City porteña. El peruano, por entonces de 33 años, se convirtió en uno de sus mejores clientes, alguien que cada vez aparecía con más dinero para blanquear.
En pocos años, Atachahua pasó de no tener auto propio a comprar propiedades y edificios de cocheras por cifras millonarias. La Justicia estimó el montó de ese lavado de dinero en unos 9 millones de dólares (casi tres de ellos a través de programas oficiales) pero Guastini siempre habló de una cifra mucho mayor: al menos 35 millones de dólares.
Transcurrieron más de 20 años del momento en el que estos dos personajes se conocieron y, aunque la sociedad entre ellos les dio grandes ganancias, todo terminó mal para los dos. A Guastini (45) lo asesinó un sicario en octubre 2019 y a Atachahua (55) lo detuvieron en 2021 por las declaraciones que su «contador» había hecho como arrepentido, antes de que lo emboscaran y mataran a quemarropa.
En este 2024 que ya termina, el único acusado del crimen de Guastini fue absuelto por un jurado popular. Pero el juicio por lavado de dinero del narcotráfico contra Atachahua y su familia concluyó el pasado viernes con condenas para todo su clan más la imposición de multas por 370 millones de pesos y el decomiso de propiedades, autos y otros bienes secuestrados.
Los jueces del Tribunal en lo Penal Económico N° 3 –Gustavo Losada, Karina Perilli y Jorge Zabala– le impusieron 9 años de prisión a Carlos Sein Atachahua, como jefe de la banda de narcolavadores. A Miguel Ángel García Ramos (51, sucesor de Guastini) lo condenaron a 6 años de prisión, a Maribel del Águila Fonseca (51, esposa de Atachahua), le dieron 5 años de prisión. En el mismo fallo Naddya Lebira Atachahua del Aguila (30, hija de Atachahua), y Carla Violeta Correa Castañeda –pareja de García Ramos–, recibieron 3 años de prisión en suspenso.
Para Nelly Norma García Broncano y Luis Lenchung Guardia Atachahua (la hija adoptiva y el sobrino del líder de la organización) las condenas fueron de 3 años. Dos acusados más, a los que se les imputaba ser testaferros, no llegaron a debate porque firmaron un juicio abreviado.
«Yo creo que tiene que haber habido una operatoria de 30/35 millones de dólares en moneda. El todas las operaciones de dinero me hacía moverme físicamente a un lugar específico que es puntualmente un bar en Riobamba y Santa Fe. Nos encontrábamos en esa confitería y en un estacionamiento que está cruzando Santa Fe, sobre Riobamba», contó Guastini y su testimonio póstumo fue fundamental para el fiscal de juicio Marcelo Agüero Vera, que fue asistido por la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar) y la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac).
Guastini no sólo ayudó a los Atachahua instalarse en el país definitivamente. Además creo una sociedad con su madre (OTBA S.A.) sólo para darle un empleo a Atachahua y su esposa y que tuvieran ingresos en blanco. Pero en 2018 la relación se rompió. Quien había sido uno de sus principales clientes se fue a lavar dinero con un ex empleado suyo que había abierto su propio negocio.
Todo coincidió con la exposición de Diego Guastini en los medios a partir de una causa de «mulas» de dinero, por la que en septiembre de 2019 terminó firmando un juicio abreviado por escasos tres años de prisión en suspenso. Tiempo antes su nombre había aparecido en los diarios porque fue la última persona que vio con vida al financista Hugo Diaz, desaparecido desde marzo de 2015.
En esa época de alejamiento y problemas con la Justicia, Diego Guastini comenzó a declarar como arrepentido ante la Procunar y a pasar datos de Atachahua. Lo hizo tres veces, dos en octubre de 2018 y una en octubre de 2019, pocos días antes de que mandaran un sicario a matarlo.
La traición en detalle
Diego Xavier Guatini era el mayor lavador narco de la Argentina. Tenia contactos con los traficantes pero también con la Policía y la SIDE: su compañero de aventuras era Luciano Viale hijo del Pedro «El Lauchón» Viale (59), mano derecha de Jaime Stiuso.
Antes de entregar a Los Atachahua entregó a otro clan para el cual traía dinero de Europa con mulas y lo lavaba en la City: Los hermanos Loza, condenados a penas de hasta 10 años en 2021.
Pero Carlos Sein Atachahua no sólo era más grande sino que tenía un perfil tan bajo que había operado durante años sin ser detectado por las autoridades. Guastini conocía sus trapos sucios y aunque la traición se paga caro en ese ambiente «Dolarín» se creyó impune y habló de todo. Lo entregó. Algunas de las cosas que dijo.
Última reunión: «La última reunión que tuve con Atachahua fue a principios de 2018. Me dijo que estaba operando en Brasil con exportaciones de droga y que hasta principios del 2020 por cuestiones de un familiar de él que estaba detenido en Perú (el marido de su hermana mayor) no iba a operar. Ese familiar era un poco el personaje central de todo su movimiento de drogas desde Perú hacia Argentina. Había desmantelado parte de su logística, que la tenía en la zona de Pilar y estaba listo para operar en la zona de Pergamino«.
Ruta larga y segura: «Reclutaban a una persona de confianza y le daban plata para que esa persona sea la titular del camión, para que compre el camión. Él decía que el vehículo que tenía que venir cargado, tenía que venir conducido por el dueño y me consta que los vehículos andaban por todos lados. Él me contaba que siempre trataban de evitar la frontera caliente de Salta, para que los vehículos no pasaran por la fosa y se los requisara. Me habló de una traída puntual, donde el camión arrancaba de Perú cargado e iba a Brasil. Trataba de que no ingresara por Salta, sino que ingresara por Chile. Lo mandaba a dar toda una vuelta. Él decía que una traída para que sea prolija le demandaba 40 días. Y en 23 años no había tenido una sola pérdida».
Mucho mucho dinero: «El origen de la plata, era la plata que yo traía de Europa en bolsos, en efectivo, que muchas veces, cuando él no estaba tan instalado, la guardaba yo. En la fecha en que salimos a hacer las compras de las propiedades, las de Atachahua rondaban los 5 y 6 millones de euros cada 90 días».
Estructura celular: «Espinoza es una persona muy cerrada, siempre se manejó con una conducta de células, donde cada uno éramos una partecita de la operatoria de él y no nos conocíamos con el resto de la gente y en eso la verdad que él era hermético totalmente. Él siempre decía que una persona tiene que conocer el 20 % de la operación, que si sabía más del 20 era riesgoso. Incluso su mujer tenía que conocer el 20% de la operación».
Blanqueo oficial. «La estrategia que él adopta es primero hacer un desembarco encubierto, detrás de sociedades. Empieza a darle un tratamiento contable, digamos amplio, en el cual se empieza a trabajar en todo un proceso de afectación de ir incorporando su patrimonio, lo que estaba oculto dentro de las sociedades en la mayor cantidad, o sea de la mayor cantidad y en el menor tiempo posible. De hecho cada vez que hubo un blanqueo, bueno… ustedes lo van a poder ver… blanqueó sumas importantísimas de dinero».
Visión empresarial: «La modalidad de tráfico… Cuando yo lo conozco en el año 2002, él me manifiesta de que desde hacía 13 años estaba trabajando en el país, que el negocio estaba cambiando y que había que corporativizarlo, que había que sacarlo de las villas. Entiendo que él tenía algo que ver con el tráfico de estupefacientes en la villa de Flores porque de hecho andaba mucho por esa zona y después por gente que yo fui conociendo más adelante me manifestaban de conocerlo por la actividad dentro de la villa”.
Camiones especiales. «Cuando yo lo conozco él era una persona muy muy modesta, se manejaba de una forma muy discreta, ni vehículo propio tenía. El traía entre 400 y 600. Nunca más y las dos modalidades de traída eran en el chasis, que ya lo fabricaban con la mercadería, con la droga, adentro de la tirantería. Se construía la carrocería y dentro de la parte de hierro iban todos los paquetes ordenaditos y lo inyectaban con esa… poliuretánica expandible para que no se viera, ni se moviera adentro del chasis y sino él siempre decía en la trompa«.
Made in Perú. «La producción, lo que él me contaba era que la familia de la mujer era de la zona productora propiamente dicha. De la localidad de Ayacucho. Que toda la familia de su mujer era del valle productor. Ellos trabajan todo en familia, el único que no era familia era yo. La familia de la mujer creo que estaba dentro del régimen de los productores que están censados y que podían ingresar a los valles. O sea, eso me consta porque me lo trasladaba él, de que bueno… él prácticamente es productor, o sea, arrancaba con un producto muy barato en la zona y toda la logística era propia».
A Guastini no le costaba traicionar. Y cuando lo hacÍa, lo hacÍa en detalle. Eso, dicen, le costó la vida.
MG