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martes, julio 1, 2025

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Del antojo al fenómeno: Culpa de los Dos y el arte de emprender sin perder el sabor

En un contexto económico volátil y con un mercado cada vez más exigente, sostener un emprendimiento no es tarea fácil. Hacerlo crecer, menos. Y lograrlo sin resignar identidad, casi un acto de fe. Pero ese camino eligieron Agustina Alegre y Ezequiel Beltramino, creadores de Culpa de los Dos, una marca de alfajores artesanales que se volvió fenómeno en Córdoba capital.

Lo que empezó como una búsqueda de ingresos extra en tiempos de embarazo, se transformó en una pyme familiar con lógica propia: sin conservantes, sin tercerización y con un fuerte componente emocional. Ocho años después, Culpa de los Dos mantiene su esencia artesanal, suma locales con largas filas en Güemes, Villa General Belgrano y zona norte, y se resiste a industrializar su proceso. «Automatizar sería otra cosa. No sé si seguiría siendo Culpa de los Dos«, reflexiona Beltramino.

Una de las claves del proyecto fue apostar por un producto con identidad clara. «Nuestros alfajores tienen nombre y apellido«, dicen. No es una frase de marketing: cada unidad puede rastrearse a quién horneó, rellenó o bañó el chocolate. Esa transparencia y cuidado son parte del modelo.

«Culpa de los Dos es un producto muy artesanal, que al día de hoy se sigue haciendo con las manos. Siempre hablamos de que nuestros alfajores tienen nombre y apellido», describió Alegre.

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El crecimiento fue rápido. Hoy Culpa de los Dos cuenta con cinco sucursales distribuidas por la ciudad y una más en Villa General Belgrano. «Fue casi abrir un local nuevo por año», cuenta Beltramino. Pasaron del departamento donde vivían y cocinaban, a un taller propio a metros de ese primer hogar (Güemes). Sus vecinos fueron testigos del proceso: «Eran los primeros que se embolaban porque había mucha gente en la puerta y no podían pasar por la cantidad de gente que había. Ya sabían que de 6 a 9 nosotros entregábamos alfajores y era todo muy caótico», recuerdan entre anécdotas y gratitud.

Sostener el camino recorrido no fue fácil. «Este crecimiento de golpe también sufrió un montón», reconocen, y admiten que todavía están procesando esa «crisis de crecimiento» que les tocó atravesar. En medio de ese desafío, armar un buen equipo resultó fundamental: delegar tareas, pedir ayuda y profesionalizar la gestión fueron pasos clave. «No podés ser bueno en todo. Hay que buscar ayuda», afirman.

La empresa ya recibió numerosos reconocimientos: colaboraron con Santi Maratea en una colecta solidaria, fueron contactados por medios como La Nación e incluso ofrecieron una charla TED. «Eso fue como un Martín Fierro de oro para un emprendedor», cuenta Alegre.

Roles, equilibrio y comunidad

El proyecto también implicó aprender a equilibrar la vida personal con el negocio. «A veces somos más socios que novios, más padres que socios», dicen. Pero tienen una base clara: los dos quieren lo mismo. Y esa claridad es el motor para tomar decisiones.

Además, supieron construir comunidad. No solo con sus clientes —que se acercan al local, interactúan en redes y siguen cada paso— sino también con sus familias. Fue el hermano de Agustina quien, al verlos desbordados, se sumó a ordenar el negocio y pensar hacia adelante.

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También buscan que sus hijos formen parte del recorrido. «A veces vamos a Villa General Belgrano para que ellos también estén, participen y vean dónde estamos cuando no estamos», agregan.

¿Rumbo a Buenos Aires?

Las redes sociales son una parte clave del proyecto. Agustina se muestra cercana con su audiencia, comparte logros y tropiezos, y agradece el acompañamiento constante.

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Hoy sueñan con seguir creciendo, tal vez desembarcar en Buenos Aires, pero sin apurarse. «El mercado cordobés creció mucho, el público busca experiencias, calidad y precio», dice Beltramino. «Es un sueño irse a Buenos Aires, pero hay que sentar muchas bases para dar ese salto«. «Si fuese nos gustaría ir nosotros, estar ahí», agrega su pareja.

Por ahora, Culpa de los Dos sigue siendo eso: un emprendimiento artesanal, familiar y profundamente humano. «No tenemos tan claro hasta dónde queremos llegar. Entonces quizás con esto que tenemos estamos bien y tranquilos», concluyen.

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